sábado, 31 de enero de 2009

Nebulosa de la Lechuza



Y en la travesía se extendió la noche que todo lo cubre, y las manos se aferraron al timón tembloroso. Las palabras no bastaban para llegar a ninguna orilla.

El mar era azar y escoceduras
Los vientos preguntaban por Odiseo y las sirenas

Las manos supieron
que el viaje no era su tesoro
y tampoco el dolor de los poemas
escritos por antiguos
o ambiguos
humanos.

Era el tiempo de lo indiferenciado. En el cielo exterior aullaba la Osa Mayor. A unos dos mil años luz de distancia, se dispersaba una envoltura gaseosa expulsada por una estrella moribunda: la Nebulosa de la Lechuza.
Diluviaba.
En la oscuridad líquida, las manos se abrieron para recoger los fragmentos.


viernes, 30 de enero de 2009

Ética para No-Robots

El pájaro Isaac (Asimov, para más señas) aleteaba agonizante en el ara de los sacrificios de los robots las siguientes leyes:

1- Un robot no puede herir a un ser humano ni permitir, con su inactividad, que pueda hacerse daño.

2- Un robot debe obedecer las órdenes emitidas por los seres humanos, excepto cuando dichas órdenes pudieran entrar en conflicto con la primera ley.

3- Un robot debe proteger su propia existencia mientras dicha protección no entre en conflicto con las leyes primera y segunda.


Dicho esto, un robot metafísico le arrancó el corazón y lo tiró a la basura. Con su cuerpo, una vez debidamente incinerado, abonaron las plantas que, por casualidad, habían ido naciendo a su alrededor. Encontraron unas manos. Supusieron que se las habría cortado un ser humano. Pero esto era ilógico: una vez cortada la primera mano, era imposible cortarse la segunda. Y aún más tratándose de seres torpes de carne y hueso que andaban todo el día preguntándose el sentido de su vida. Cuando era tan claro que:


1- El concepto día era un absurdo en el Mundo de los Robots, acostumbrados a cumplir tareas cíclicas más allá de lo que los humanos denominaban tiempo.

2- No tenía sentido preguntarse qué sentido tenía algo tan absurdo como la vida de un humano (que, como todos sabían, estaban desprogramados).


De todas formas, algo informe se agitó y las manos escribieron libros. Al principio hablaban de robots, de cómo cumplían sus tareas. De cómo habían creado a los seres humanos de las materias más elementales: barro, maíz, desperdicios. Basuras.


Pero la escritura cobró vida. Las manos escribían a las manos. Empezaron a contar historias. Desearon dar forma a algo que no sabían definir. Tantearon el terreno. En la tierra ensangrentada reconocieron el tacto viscoso de los cuerpos de antiguos guerreros, la aspereza de la sal del mar. Recordaron que eran manos de gentes que habían naufragado en busca de islas no pobladas por robots. Los robots creados por humanos, nacidos del vientre de sus mentes.


Dibujaron en la arena la palabra eudaimonia. Recordaron haberla escrito antes, hacía siglos y siglos. Supieron que era el mascarón de proa de grandes navegantes. Construyeron un barco. Las olas eran altas, el viento inclemente. Llovía. Navegaron.


martes, 27 de enero de 2009

Habitantes-Replicantes

Los habitantes de las casas de palabras son gente extraña. Hubo alguien, de nombre esquivo, que me dijo: Los escritores no sois personas normales. Yo me reí entonces un poco y procuré poner la más digna de mis (más)caras.

Pero tenía razón. Somos gente extraña.

La gente que escribe

(a escondidas o en público;
en páginas, pantallas, servilletas, nubes, diarios, tablillas de cera, cáscaras de naranja, paredes y mesas, por citar algunos soportes conocidos)

no es gente normal

(por cierto, ¿qué quiere decir normal? ¿lo que se ajusta a la norma? ¿qué es la norma? ¿la ley? ¿lo que decide la mayoría? ¿qué es la mayoría? ¿la gente cuerda? ¿estamos, pues, todos locos, como el Sombrerero de Alicia? ¿qué hago de nuevo perdiéndome en preguntas? ¿cómo escalar la montaña de las respuestas?)

Porque hay que ser rara para morirse
(quizá de endecasilabitis)
descender a los Infiernos
(¿qué tal andamos, Dante?)
arder en ellos
(¿qué tal, Quevedo, en tu bosque de flechas y guadañas?)
y volver para contarlo.

Somos, de hecho, animales extraños, Catoblepas que se devoran y regurgitan su carne convertida en palabras, palabras, palabras,

caminan por varios mundos
como muertos vivientes
o como vivos murientes,
unos impresentables
(porque no se puede presentar a quien nada sabe, salvo diciendo
este/esta/esto
es y no es),
replicantes
que conocen el miedo de vivir
en la guerra de la vida,
fabricantes de armas.

lunes, 26 de enero de 2009

Casas de palabras

Una vez una niñita llamada Lucía vino al mundo con los ojos abiertos. Estaba perpleja.
Sus padres le preguntaron:

¿A qué has venido?

cuando apenas era un pelomilímetro.

La niñita se esforzó y se esforzó por que no le hicieran esas preguntas.
Quiso ser santa.
Pero se perdió en Alaska.

Evidentemente, yo no soy esa niñita. Soy humilde: tan sólo quiero ser sabia. Pero canta el Gran Pájaro Sócrates (uno de mis muertos favoritos):

Sólo sé que no sé nada


Sólo sé que sólo sé que sólo sé
que no sé...
¿Cuántas veces habré dicho esto?

Si nos damos forma o
los contornos predeterminados guían al animal humano y lo vuelven líquido, adaptable a la botella (o al cubo de basura, o al ataúd) que, a la vez, le oprime y le da forma

Si estamos en un espacio indeterminado del tiempo o
en un tiempo indeterminado del espacio

Si aprendemos mucho de los caracoles,
de las (a)simetrías
de las (des)proporciones

Si vivimos, nos bebemos o encontramos

Si, en realidad, no venimos con un manual de instrucciones (y mucho menos con un pan) bajo el brazo
a este o a cualquiera que sea este mundo...
pero queremos saber y entonces
nos formulamos un montón de preguntas y apenas llegamos
a atisbar nada en la montaña de las respuestas

(siempre tan lejana, a la que siempre
anhelamos llegar volando como las águilas
y no arrastrando
nos o a los demás como serpientes)

Y si veo que me pierdo en palabras,
o
el sinsentido del sentido



Entonces,
sólo entiendo que no entiendo nada
y
(es inevitable)

escribo palabras:


nacen como la niña de los ojos abiertos que no soy yo
nacen ateridas de frío y las guardo en un bolsillo
porque a menudo

nacen
en libretas


que, pensándolo bien,
experimentando con la física
de sus tapas,

son sus casas.


Y todo esto, claro, es una obviedad,
pero ya se sabe que la vida es beoda o redundante
o ambas cosas,
y a pesar de lo inestable del terreno,
sabiendo que escribir es en realidad abocarse a la muerte
o quizá todo lo contrario,
vivo en páginas
en donde cumplo años
o los descumplo,
voy hacia delante y hacia atrás,
leo y revisito días,

porque no hay nada más habitable
(sobre todo cuando nos asalta el frío)
que las casas
de palabras.






miércoles, 21 de enero de 2009

Historia de Rata con coro de sabios

Rata se cayó un día al agua. Se ahogaba: no sabía nadar. Así que aprendió a nadar.
Rata nadaba y nadaba y nadaba
y comprobó
que no había salida
así que
Rata murió agotada
tras nadar exhaustivamente.


En un tiempo paralelo, Rata se cayó un día al agua. Estaba cantado que se iba a morir, según acaba de escribirse. Sin embargo, Mano acudió en su ayuda y la sacó del agua. Rata se quedó estupefacta: estaba viva (nótese: vivir es tan extraño que no es extraño que cause estupefacción).


Rata se sumió en un mar de dudas, así que, entre naufragio y naufragio, mojada de ideas confusas hasta la punta del rabo, acudió a escuchar el concierto de los sabios. Esperaba sacar conclusiones de todo y tomar buena nota. Necesitaba instrucciones para saber qué hacer en la próxima o simultánea situación.


Coro de sabios pajareando:

Nietzsche- Cuando alguien tiene un porqué en la vida, puede soportar casi todos los cómos.

Schrödinger- Cualquier concepción del mundo es y sigue siendo una construcción mental; de ninguna otra manera puede demostrarse su existencia.

Watzlawick- Un mundo totalmente libre de subjetividad ya no sería un mundo perceptible.


Ante tales melodías, oportunas pero hasta cierto punto disonantes, Rata suspiró. Seguía sin saber nada de nada. Ni siquiera sabía si estaba viva o muerta, según se tuviera en cuenta un lado u otro del tiempo. Del mundo que veía y crecía a su alrededor (y del que ella formaba parte) ignoraba si lo creaba ella o si era Mano quien le daba forma.


Cotejó todas las posibilidades.

Aprendió todo lo referido a estadísticas y proporciones áureas.

Escuchó atentamente al coro de pájaros pretendidamente sabios.

Y sólo llegó a una conclusión:

había que seguir nadando.

lunes, 19 de enero de 2009

Apocatástasis

Un dios escribe, pero no sueña.
Un dios se escribe, pero no se sueña.
Un humano, prisionero de sus sueños, se cree un dios.
Un humano crea a un dios.
Pero nunca un dios se creyó humano.

domingo, 18 de enero de 2009

Tienes la cabeza a pájaros...

...me decía mi padre,
levemente ahogado por el árbol de sus pulmones,
cuando yo era niña
(quizás hace mucho tiempo, quizás ayer, quizás ahora).

Yo me enfadaba, claro. Se suponía que había que ser una "mujercita de provecho". Y me esforzaba, como todos, como todas, en ser y aparentar ser algo así como racional, algo así como un crustáceo: duro por fuera, gelatinoso por dentro.


Creo que, para variar, mi padre tenía razón: tengo la cabeza a pájaros.

Por aquí dentro, en mis bosques (de neuronas o de templos, por donde se pasea impune Polifilo insomne), campan, de hoja en hoja, de rama en rama,

pájaros,
insultantes o
incitoexultantes,
pero pájaros.

Y hola a las olas de otra vez Platón jugando al tiro al plato con aquel que más me convence:

Sócrates, el que nada sabe

Y hola, Pessoa, es decir, Fernando, y Ted y su su su sui
cida Sylvia,
y Luis de apellido García y montero, y Clarice Lispector, la de claros ojos, y el travieso William, y el rotundo e.e.,

y Bukowski, perdido en su infierno, bebiendo mano a mano
(o pie con pie) con el jovencito Rimbaud y
claro, Cortázar,
que tenía el nombre de uno de mis meses preferidos y sabía lo que era tener las cosquillas de las ganas de contar cosas, la tensión del

arco lanzapalabras
como lanzallamas
y
tantos otros pájaros
que me habitan

pero que me perdonarán por no citarlos porque,claro,

tengo la cabeza a pájaros y apenas alcanzo a saborear su canción.

viernes, 16 de enero de 2009

Hypnerotomachia Poliphili


ESCRIBO

Porque en el Principio (Kalispera, Timeo), según cantaba el platónico Platón,
el receptáculo original del alma era sólo una cabeza hecha a imagen y semejanza del mundo,
y luego nos crecieron pies y manos y fuimos
bilaterales y la figura humus-humana sirvió de modelo a panteones y catedrales, y hay quien utiliza mármol y otras piedras pero
yo me construyo con pobres pero
vivientes materiales (carne, sangre, ideas)

Y le-yendo hacia alguna parte veo que no soy la única y que alguien llamado Polifilo trazó mapas y construyó templos inexistentes y
soñó
que el cuerpo humano es/era la gran pequeña
metáfora
de la estructura del
Universo


Y los pájaros están alborotados y el Gran
(y atacado de una cierta compulsión maníaco-depresiva)
Pájaro Leonardo susurró:

Dime, escritor, ¿con qué palabras describirías,
con perfección igual,
la configuración entera
que este diseño aquí nos muestra?

Y le responde el Travieso William (shake, shake, shake) a través de una
plena e impredecible
Eternidad

que le da igual,
que, como antiguo romano nacido en Inglaterra,
es capaz de anular el espíritu crítico
(y mira que se inventó a Hamlet para hacernos dudar Eternamente)
y de ceder a los reclamos
(como buena caza),
de aletear hacia la imaginación
para ver así

la re-
alidad
como re-
representación.




domingo, 4 de enero de 2009

Onomáforas y Metopeyas

Érase una vez, en un Bosque Inmenso de Neuronas, nuevos árboles y viejos árboles que poblaban y pueblan el siempre nuevo viejo mundo, un pájaro llamado Platón, que gorjeaba irónico:



Todos se escandalizaron convenientemente desde las raíces y
el pájaro Rimbaud, ocupado en versos y en vasos,
descendió al infierno. Allí disparó una vida inconveniente en donde ninguna palabra correspondía a la verdad (¿y qué es, qué es, qué es la verdad?, cacareaban las gentes ocupadas en blablablás, aunque a veces hacían kikirikí o kokorikó cuando cambiaban de país aparente)

y el pobre Arthur, quiero decir, Rimbaud, entró en el laberinto sin nombre en donde la A era negra, la E blanca, la I roja, la U verde y la O azul y prefirió pensar que la vida es un tremendo cómic (o quizá algo cómico) en donde (¡yaarrrrrrrrrrrrrrrr!) forcejeó con alguien que thunk, le propinó un vio-

lento navajazo (shunk) en las entendederas mientras el resto del mundo observante se estremecía (¡aauuugghhhh!) y a la vez se relamía (arf, arf) presto a decir lo que fuera y lo que no fuera (y por eso se quedaron todos plopos).

Quizás este cuento es estúpido (sigh) y quizá produzca una confusión entre sueños irreproducible (s-nk-n-r-x-x-nk) pero en cualquier caso sé que los pensamientos se oyen, que están ahí para ¡bang! y quizá para revolucionar el mundo y los sonidos re-presentan y las re-presentaciones suenan y sueñan y los sueños, sueños son, aunque no estoy muy segura de que no sean reales, porque qué es lo real sino el Eco del mundo de las cosas que suenan (bum, ñam, splash, zas) y se sueñan.

Uf.
Shhhhh...
Cof, cof.


P.D.: Dedicado (humilde-mente) a Luis Gasca y Román Gubern.

sábado, 3 de enero de 2009

Sic transiit

... aunque, bien mirado, ya no el vivir-vivir,
sino el simple e indemostrable hecho de
vivir
es
(ya)
un lujo,
porque si uno está muerto no vive
para co(a)ntarlo.

jueves, 1 de enero de 2009

El misterio del cuello pensante

A veces, al nivel de la tráquea, se forman ciertos nudos que impiden la palabra. Lo sabe e.e., que va diciendo que

todos los pensamientos del mundo no valen una violeta


pero a veces le corrijo y le digo qué sería de las violetas sin todos los pensamientos del mundo, acaso se convertirían en pasto de cerdos y vacas,

rumiantes

que se van preguntando cuánto vale un alma o

cuánto pesa un corazón.


A veces (sólo a veces) le sonrío para disimular que me voy desgajando (¿y quién no?) en una vida asimétrica, porque, como a todos

los ojos me engañan

y todos

sonreímos tristemente

a nuestros pocos aciertos

porque poco más

hay

a no ser

que cada nuevo día inaugura el mundo en el país de los

Homo avidens

aquellos que hablan y hablan y hablan

words, words, swords

sin pensar que quizá hay que tener la infinita paciencia de dejar madurar el silencio
la excesiva y espectacular valentía
de tener ganas de vivir antes de toda explicación
de toda razón
(o después)
porque, al fin y al cabo,
vivir es un lujo
que no está al alcance de todos.
Y me refiero al vivir-vivir,
no al vivir intestinal del simple tránsito,
al vivir
en silencio o en furia o en ruido
pero acorde
con la idiorritmia de cada uno,
teniendo el coraje
la valentía
de enfrentarse a todo lo que somos
lo convenienteinconveniente
lo buenomalo
lo monstruoso y lo angélico
y callarse a veces quizá
quizá porque un nudo nos cierra la garganta
pero seguir, seguir, seguir
viviendo.
En el Mundo sin Mapas (que es el de todos) los letreros dicen:
no puedo seguir, no puedo seguir, voy a seguir.
(Viviendo).