jueves, 24 de diciembre de 2020

Feliz (Nav)Ida(d)

 A veces la gente se regala buenos deseos

mientras llora por dentro.

A veces las olas de llanto inundan los mundos aquí y allá,

los días se pliegan a las preguntas

más sencillas como qué vamos a comer y a qué hora cierran las puertas al desaliento.

Ahora en la tierra hay colas inmensas de muertos esperando un recuerdo

hay seres escuchando el rugido de sus estómagos y de sus almas.

Hay desaliento en velas de días que van a la deriva.

Antes, el viaje era de unos pocos: 

una niña odiaba la Navidad de los otros porque su casa olía a alcohol y ceniza

alguien rompía platos o mandíbulas

alguien temblaba de miedo y frío

y esperaba su turno en la cola del hambre para recibir las sobras de los que reían a las luces del champán y las chispas del dinero bien doblado en servilletas de color rojo.


Antes, el mundo era de otros. Tú solo esperabas poder contemplar el espectáculo de la felicidad compartida bajo sonrisas de dientes.

Tú solo esperabas no morirte de frío en la niebla.

Solo esperabas ese viaje al País de la Navidad.

Las navidades siempre fueron ese queso raro que se te pegaba en el alma mientras intentabas arrancarte las heridas con las uñas.


Hoy el mundo se estremece y viaja en el mismo barco. Se te hace difícil pedir esperanza, desear a los demás que sean felices cuando

hay millones de muertos en el mundo que esperan un recuerdo

hay millones de enfermos al límite de sus fuerzas

millones de refugiados

exiliados

apartados por el mundo de lucecitas que ríe y se queja

ancianos que no llegaron a ver la sonrisa de sus nietos

hijos que añoran a sus padres

padres que añoran a sus hijos

vacíos que emulan a otros vacíos.

No puedo, realmente, desearos una Feliz Navidad al uso a la entrada del abismo compartido o en mitad de sus pasillos, de sus túneles.

No puedo pediros que seáis felices con la violenta exigencia de las sonrisas obligadas,

de la grieta que abre la mesa decorada para invitados que ya no están o que no estarán.

No puedo pediros nada. Tampoco criticar.

Solo puedo daros la mano de letras en este viaje hacia delante y esperar que tengáis

que tengamos

una Feliz Ida hacia delante, hacia los días en que las olas que inundan la Tierra sean un poco menos altas

un poco menos amargas

para todos. 

jueves, 14 de mayo de 2020

Celebración

Llueve.
Hay quien dice que un día lluvioso no es bello,
que el Mundo llora.
Yo miro el cielo gris-azul y sus degradados de acuarela
y veo la cortina líquida y
las preguntas de repente ya no tienen sentido.
Tampoco las quejas.
Alguien canta por ahí "no me olvides"
y yo no olvido,
no olvido a nadie.
Llevo a todo el Mundo conmigo.
Las personas y sus rostros
El amor
Las dudas
La lucha.
Esas lágrimas que nacen ahora no son un llanto
por el Mundo,
ni un lamento,
sino la celebración
de la quincuagésima parte de la esquina
de tus últimas preguntas.
Reímos, y todo está bien.
Lloramos, y todo está bien.
Amamos.
A veces nos duele,
pero es imposible que el aire
atraviese nuestros pulmones como si nada,
que nuestro corazón bombee la sangre
como una máquina simplemente eficiente
cuando,
La Verdad,
La Única Verdad,
es que no hay nada a lo que aferrarse
que no hay que aferrarse a nada
Porque la lluvia cae
         y la sangre palpita
         y el aire (ese que nos separa a ti y a
mí o nos une según se vea)
         a veces es tibio y a veces se enfría
Porque la irregularidad es hermosa
y podemos amar el inestable
         y continuo movimiento
de los seres y las caras y las almas
que van y vienen,
a veces con la piel desnuda,
a veces enfundados en corazas,
pero en el fondo
         es la Vida
         eso que se mueve
y palpita y cae
   -y a veces sube-
Y esa es la única carta
que podemos jugar
mientras
nuestro aliento
nos mueva aunque nos duela
mientras
el caos aparente
nos grita o nos susurra
pero
   en todo caso
nos mantiene en movimiento
aunque el cielo sea un espeso llanto
de nubes
      naufragadas.

martes, 3 de marzo de 2020

Soy

Un montón de respuestas incorrectas
El alba de los sueños
El final del camino
La duda
El espejo
La grieta por donde se cuelan todas las esperanzas y
se caen
al viento de los años rotos,
mecidas por la hojarasca de la duda,
esa que cae cuando tu copa se seca
cuando las raíces no saben que aún pueden quedarse
aunque se retuerzan
que aún pueden irse
aunque no se muevan
Porque hay pájaros allá arriba y ardillas en los huecos
que hacen nidos y guardan comida
para cuando yo no sea yo
para cuando no sea más que una sombra inmóvil
que sueña con el sol
y con la lluvia y con
ese viento que todo lo arrasa,
que limpia la memoria y te llena los ojos de tierra
pero que tiene la virtud, la fuerza
de cogerme de las ramas y llevarme a volar mientras mis pies se hunden desnudos en el barro
mientras las hormigas me devoran
mientras esa que no soy yo intenta
arrancarme las hojas verdes
mientras las orugas arrastran mil pies
por mi piel.
Mientras, soy y no soy.
Pero siempre estoy
aquí, bebiendo el viento,
dándote la mano,
abrazándote
para que sepas que,
aunque las hojas se mueran, siempre habrá otras
que nacerán para que, cuando llores,
recuerdes
que todo lo que está en el cielo,
todo el azul,
toda la niebla,
tiene el color de tus ojos,
ese mar de amor navegable
que existe
aunque tú no lo veas.

(A Judit)