viernes, 22 de febrero de 2008

Sed

Persigues sueños, los alcanzas, los descartas, los desechas, los sustituyes por otros. Sed continua de días. De que pasen, de que se alarguen. Y en esta tensión (bienvenidos al Infierno), la mudez o la locuacidad, el ir viviendo. Escrito está que nunca saciarás tu sed, a no ser que la calmes con sabias y lentas dosis de voluntad de permanencia.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Cuerdas

Vivaldi se aferra a mis oídos, los penetra ampliamente, invade mi interior, me arranca todo vestigio de duda. Allegro. Los violines descerrajan una tormenta de presente. Sin embargo... cuando las cuerdas tejen mi espacio, no quiero ir más allá. Dejo que se crucen y se anuden. No quiero ir más adentro: me atenazan las sombras que aún juegan al escondite en mis mundos posibles. Por eso, mientras el concierto deriva hacia el último allegro, hacia el fin, las cuerdas se retuercen y azotan la alegría que se me escurre feliz, hacia las simas del abismo que soy y la sacan, ¡hop!, a flote, para darme el alimento necesario para la supervivencia.

jueves, 14 de febrero de 2008

Caricias

Surgiendo del Mar de los Sargazos, atravesando orillas de mí misma, selvas de otros, de mi yo-otro, arañada por el chicotazo de palabras escupidas llenas de buenas intenciones, de ramas-manos que se tienden, de puentes que nunca deberé franquear, descubro: hay personas que son caricias, personas que te sacuden el alma suavemente para que despiertes, para que no te duermas en la paz de los días que se suceden, hay caricias que encienden el fuego del conocimiento (entre personas, entre palabras), el fuego que debe apagarse para que no todo el mundo salga ardiendo a nuestro alrededor, caricias que engendran campos magnéticos, ojos que se cruzan de manera más o menos cotidiana, presencias que se sonríen entre el tumulto de las gentes. Caricias. Ya no físicas, aunque también, sino caricias que van más allá, más adentro, que tocan las fibras, que pulsan las cuerdas que vibran para dibujar en el pentagrama la palabra "ser", la palabra "humano". Caricias. Que nos disparan hacia atrás y hacia delante, pero que están siempre presentes, esperando que las descubramos. Son invisibles, son intangibles, pero tejen gramáticas imposibles que conjugan el verbo amar de forma inhabitual y excéntrica. Y así, el verbo se confunde con el tibio calor que nos mece por dentro cuando, mujer-alga, mujer-selva, descubro personas que me acarician.

viernes, 8 de febrero de 2008

Nacimientos

Bajo la luz, envueltas por ella, nacen formas: edificios, personas, paisajes. Sentimientos. A veces los sentimientos de confunden y se vuelven oscuros. A veces salen de algún lugar oculto y dan forma al espacio, dan sentido a la vida que habitamos. Sucede que vamos corriendo por el mundo de fuera y los muchos mundos de dentro están a punto de estallar pidiendo aire. Afloran. Nacen. De forma abrupta o plácida o de forma abrupta y plácida a la vez: rosas con espinas. De admirable fragancia, con escollos en el tallo para hacerse perdonar tanta belleza. Los humanos no solemos soportar demasiada luz, demasiados sentimientos, y sin embargo... qué sería la vida sin esta nuestra capacidad de explotar y explorar, de vivir, en nosotros y en los otros, las múltiples veces que cada día nacemos para abrir los ojos.


(Dedicado a la persona que hoy nace)

martes, 5 de febrero de 2008

Vías de circulación

Vamos encerrados en nuestro propio mundo (coche, habitación, cerebro) saturando nuestros oídos de músicas ajenas (CD, radio, ipod, gritos) sin escuchar nuestra propia música interior. Existe la música interior: está pautada por silencios. Silencios interiores. El mundo de fuera corre. El mundo de dentro a menudo está asordinado. Nos da miedo, queremos amortiguarlo. Podemos llorar si dejamos que salga, o reír como locos. "Sé tú mismo" es una orden ilógica. Nadie sabe en qué consiste ser uno mismo. Somos seres en tránsito, siempre de un lugar a otro: nuestras vidas son los ríos, dijo Manrique, aquél que cantó la muerte de su padre. Él no vivía en las carreteras, en las calles, en los flujos de ruido. El ser humano es esencialmente ruidoso. Vive en perpetuo rodamiento. Y sin embargo, guarda un extraño silencio en su interior: con esa materia se tejen los sueños.