domingo, 8 de diciembre de 2013

Coetzeeana

Hay días que empiezan tristes como el largo lomo de un perro lento

Hay días ungidos de niebla y soledad,
atacados por un exilio superlativo

Hay días en los que te sientes a gusto
con el extraño que llevas dentro
y escribes y escribes,
grafómano irreducto,
y escribes que vives
hasta olvidar.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Camino de los cipreses

Lucía un cielo inmenso en esa parte del Mundo
Paseabas tu alma entre hojas compungidas,
eras tú, y a la vez, eras esa otra empeñada en perseguir instantes
con la asfixia propia de las vidas finales.

Hoy la recuerdas con cariño.
A esa tú, a esa otra,
a la que murió para que tú nacieras al instante presente.

No somos sino páramos aislados en océanos de instantes
No somos sino suspiros elevados al dios de los silencios
No somos más que algo elevado a la enésima potencia de un verso
que serpentea y busca consumir
-en páginas, en vidas-
Entes perdidos en oleadas de infinito
mientras nos vamos preguntando
cuánto va a durar el camino
y si estaremos preparados para llegar.

En un día como hoy vivo con todos los muertos,
en la confluencia de mundos,
en la confusión de las horas y la confesión de los miedos.
Me acuno en la calma de las palabras
Me abraso en esta era barroca de la sustitución,
acuciada por las armas de la horda hambrienta
de seres y esperanzas.

Paseo mi alma como quien pasea a un perro fiel,
y le voy explicando que el tiempo está húmedo hoy,
que el frío no siempre es siniestro,
que la tierra está hecha para los pies cansados,
que no hay que temer la liturgia
de las horas finales.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Pequeño poema de amor frenético

Porque amo las horas que me asaltan
con el alma desprevenida y me infectan de ideas

Porque todos somos, en el vertiginoso acto de ser, el mismo ser

Porque cualquier cosa es todas las cosas
aunque se envuelva en obscenas ediciones de lujo

Busco tu alma a través del crepitar de las hojas
de los días
Te doy la mano en el instante incandescente de la incomprensión
Salto contigo la muralla inexpugnable de la ciudad de los años
en donde todo huele a encierro y a tiempo
Me voy acostumbrando a la nada en todas sus formas
y tejo mi telaraña en una bruma de semisueño.

Puede que todo esto parezca incomprensible a la hora del desayuno
-lo romántico no espera vivir más allá
de la madrugada-
pero es necesario recordar a veces que estamos aquí
para esquivar los misiles rutinarios,
estamos aquí para seguir andando
en el límite que nos iguala,
en la mirada que nos hace comprender que,
en la etérea intensa
felicidad que vivimos
tú y yo,
nuestros ojos se abrazan.


miércoles, 7 de agosto de 2013

Compost

Siempre he sido demasiado tortuosa
para ser verdad.

Construí una quimera de mí misma,
un pasado con ablaciones,
un recuerdo con zarpas retráctiles
que se clavaban al menor respiro.

Ahora, sin embargo,
procuro ser hortelana de mi vida,
cuidar el compost
con el que cultivo
la flor abierta de mis días:
Vivo.

jueves, 30 de mayo de 2013

Espeluznante alborada

la que se estrella en el muelle de los cristales rotos,
lleno casi el navío de ilusiones infundadas,
de bobas creencias en la bondad
de los hombres-lobo humanos.

Oscuro el pasaje que puebla el navío si sobrenada en la ciénaga
de esperanzas perdidas, sueños a contracorriente
-siempre demasiado arriba, demasiado,
demasiado arriba,
arriba-,
cimas inalcanzables y viejas heridas.

Tenías razón, Emily:
"No sueltas el puñal porque amas la herida".
Pero no es mi intención aquí hablar con los muertos
-tú, tan perdida observando ya tu funeral de antemano-
sino desangrar letras,
romper la carcasa de las ideas,
optar al premio del ir viviendo
-o sobreviviendo-.

Y tampoco es eso.
No quiero, no queremos, ser libres, sino autónomos,
tener el timón de nuestro barco,
otear las estrellas con el estremecimiento de los Mundos Nuevos
-preguntándonos en qué momento se encendió el cielo-,
así que, cuando el barco casi se rompe
-y siempre sólo se rompe casi-
y apenas nos queda una simple madera a la que agarrarnos,
lo prudente es callar, brillar, y seguir remando.


lunes, 29 de abril de 2013

Felicidad: facilidad

Atada a los días y a los instantes
helicoidales que me llegan para recordarme que estoy viva,
pregunto y busco
y encuentro más y más preguntas.
No es un vano retorno. No es un fruto perfecto. Es la herramienta en mano,
el ir aportillando el instante duro que se niega a revelar sus misterios,
el abrir paso por la grieta suave de las presencias,
el ir, pero no el venir,
nunca el venir,
porque el barco de las letras que dibujan mundos tiene un cruel horizonte,
cruel, sí, pero esperado:
si lo persigues se escapa
si no lo huyes te atrapa en el aire y te recuerda
que eres humano que pregunta,
fingidor y creador de mundos, mono lingüístico al fin,
mamífero social que se extiende en nubes de líneas y libros y escaleras de mármol que no alcanzan nunca a ser lo suficientemente frías ni duras ni mortuorias.
He aquí el frío, pero lo escribo de lejos
He aquí el norte, pero lo miro de lejos
He aquí yo,
pero el yo-lanza disparada al abismo suave de las últimas palabras, las que se dicen en el borde de la línea de la última página,
en el límite,
en la frontera de lo que somos y ya no somos,
en el albur de lo que seremos,
porque nosotros, al fin, somos seres de palabras que se sienten a gusto en su trono de páginas,
en la escalera infinita de la Gran Biblioteca,
los que en medio de la guerra de los días somos capaces de segar la muerte con un batallón de verbos.

jueves, 21 de marzo de 2013

Despoesía

La resolución del horror parcial,
el espasmo de la última pregunta,
se confabulan para darle un sentido tétrico al mundo.
Es entonces cuando yo,
pálida ignorante de los álgidos misterios
(la mueca torcida,
el sinsabor del dolor)
enmudezco y
trisco las palabras,
tigre ya de mi tonto albedrío,
que prefiere las fresas a las prisas,
los presos
de amor a los escarnios
de la carne en crisis,
el universo a punto de explotar
a cualquier sufrido y pulpefacto
Paraíso.


(En el Día Mundial de la Poesía)