martes, 25 de noviembre de 2008

Serpiente de los días

A rastras, entre la hierba, al nivel del barro, los días se anillan y se enredan, asfixian. A veces se dilatan: entonces, la Serpiente ha engullido el tremendo canto de los pájaros, las hojas de los árboles.

Línea o eterno retorno, quién sabe, pero vida. Vivida. Continuidad imposible del fragmento de los días, minutos retorciéndose sobre sí mismos.

A menudo cansancio.
Porque es una barrera infranqueable el pálpito frío de cerebro, porque
los caminos serpentean
la gente serpentea
el viento silba
entre los inmensos colmillos del Tiempo que se estrecha y se ensancha en múltiples horizontes circulares.
Oh, no pasa nada, es sólo que vivir es
inevitablemente ir muriendo
y a veces es tan insoportable el ruido del aletargarse de la Serpiente de los Días que al cerebro, anillado, circunvolucionado, revolucionado, le cuesta subir la cuesta de las vidas
porque es inevitable recordar que todo camino tiene un veneno
toda tráquea una voz que a veces se silencia
y se vuelve estertor
y es inevitable saber
que llegará el día en que
rodeada de silencio
me arrastraré por debajo de la tierra.