Y en la travesía se extendió la noche que todo lo cubre, y las manos se aferraron al timón tembloroso. Las palabras no bastaban para llegar a ninguna orilla.
El mar era azar y escoceduras
Los vientos preguntaban por Odiseo y las sirenas
Las manos supieron
que el viaje no era su tesoro
y tampoco el dolor de los poemas
escritos por antiguos
o ambiguos
humanos.
Era el tiempo de lo indiferenciado. En el cielo exterior aullaba la Osa Mayor. A unos dos mil años luz de distancia, se dispersaba una envoltura gaseosa expulsada por una estrella moribunda: la Nebulosa de la Lechuza.
Diluviaba.
En la oscuridad líquida, las manos se abrieron para recoger los fragmentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario