domingo, 9 de febrero de 2014

David me pide que le escriba

es un eterno y enorme poeta,
de esos que, a la que te descuidas,
te acierta de lleno en el centro de la diana del corazón.

David es un sencillo y humilde poeta,
una rockalma enclaustrada en su más de metro noventa,
un niño tierno que juega a esconderse en la fortaleza
porque en la soledad hace frío
y se necesitan abrazos.

David es medicina que te quita el ahogo,
un goliath y un niño travieso
que no puede evitar jugar a dejarnos
un nudo suave en la garganta
y el telón invisible de lágrimas
a punto de desbordarse
en el fin del mundo
en donde llueve
sobre los pies
de zapatos rojos.

David es mi hermano de letras
porque empuña su alma cargada de futuro
y te apunta al pecho
y te vuelve irrestañable presente
y luego te envía una sonrisa-nube que,
descerrajada la tormenta de los duendes interiores,
se pone a hacer equilibrio entre vísceras
-corazón y pulmones,
a punto de
pero nunca en
las simas
del despeñado vacío-
y se mueve en versos amigos,
y se algodona,
recoge sus velas de vientos y dice:
"yo no fui,
no soy poeta".

A David Yeste.