martes, 30 de septiembre de 2008

Inspirar

Después de la tensión del arco, del vuelo, del momento en suspenso en el vacío, me invade un numeroso cansancio. Es un vaciamiento, un desprenderse, un deshilacharse. Un deshacerse. Poco a poco tomo tierra. Firme, desconocida. Se inicia otro camino. Aún es de noche aquí. Cómo no haber pensado que los Nuevos Mundos nacen siempre al ritmo de nuevos mares, que es preciso inpirar para no caer derrotada, que debo retomar mis armas, pues la batalla continúa, no ha hecho nada más que empezar. El enemigo invisible que a veces soy yo y que a veces es alguien parecido a mí no da tregua. Cierro los ojos, me dejo mecer por el parpadeo de las estrellas, incrédulas en su alumbramiento de lo escurridizo, me apresto a la lucha: los ecos se acercan.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Magnificat

La visión perfecta, las olas bailando melodías que rugen silencio, la noche interna, el universo en claro... Nuevo Mundo acordado, armónico, en el que todo sucede de manera inesperada y natural, como todo lo que surge de manera inesperada. El sol brilla alto y no temo a la Zona Gris, el tránsito de la noche al día, del día a la noche, el lugar sin espacio en el que de pronto, a veces, en pleno vuelo, me sorprendo, ese hiato de ideas-sentimientos-pasos, ese de golpe ahogarse por temor al vacío, a la caída libre. Todo es caída libre ya y vuelo remontante, arabescos, gotas de agua, alas de gaviota, pulsación, voces al cielo desde donde llueven instantes ganados de repente en este Lugar Sin Tiempo. A pleno día, las estrellas pestañean, imposibles de contar.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Canción del mar

... Y en el vuelo, la visión de vidas pasadas, pieles marchitas y pieles tersas, vidas que renacen, noches y días, acantilados, pájaros con las alas extendidas, tinieblas y luces, arena marcada por pies aún desconocidos, olas, idas y vueltas de miles y miles de años, círculos, aguas que se separan de la tierra y se unen, se lamentan y cantan, bailan, sueñan, viven... un Nuevo Mar, no visto antes, en el Nuevo Mundo.

Vuelo

Una rama leve, en forma de estrella, toda la galaxia del bosque resumida en sus fibras, se desprende en el estallido. Vuela conmigo hacia arriba, la amo de forma carnívora, la transformo en esqueje. Es hora de poner flores en las horas, árboles de horas que se ramifican en el Nuevo Mundo, en mundos paralelos que proliferan y se multiplican veinte veces por segundo, mundos que se comunican en las junturas y recovecos de todas las personas y mundos que soy y no soy yo misma...
Se dibuja, ahora, en pleno vuelo, en el cielo, una inmensa sonrisacordilleraespinadorsal, y soy árbol-carne que anda levantando ojosbrotes de noche que
nuevamente
amanece.

sábado, 27 de septiembre de 2008

In. Can. Des. Cen. Cias


El cometa y la nieve. La nieve y el fuego. Pura conmoción en el Nuevo Mundo, Fuego Mundo, Mundo de Fuego.

Contracción sísmica.
Estremecimiento.

Toda yo-árbol soy sacudida. El bosque es marea de hojas y ramasabrazos. Incandescencias. Del choque de repente de dos mundos distintos la tierra se resquebraja y escalona, surgen montañas, nuevas montañas que escalar, nuevos caminos serpentean itinerantes. Nuevos Vuelos. El cielo sonríe, se ríe en bandada de pájaros que atraviesa el huidizo horizonte, el bosque y el lago y los caminos se unen un momento, millones de cristales atraviesan gargantas de árboles y árboles y árboles. Tierra del Fuego. Y los árboles son rojos


pies que caminan


y se erizan en agudos pensamientos.

Los otros yos

Levanto la cabeza: cabellohojas, brazosramas, troncocuerpo, piesraíces. Me miro: toda yo verde, océano de esperanzas en mitad del bosque. Acompañada por ramas y ramas. No es el otoño lo que hará que caigan las hojas: todo es aquí perenne. No es el viento lo que azotará los árboles de los que ya soy uno:

NUESTRAS RAÍCES SON FUERTES.
Escucho una melodía infinita en la brisa que me atraviesa:
O-U-T-R-O-S- E-U-SSSSSS...
OTROS YOS.
OTRO YO
OTRA YO
OTROS
YOS.
Entiendo, finalmente:
que las hojas son páginas por escribir
que el mar de ramas me abraza y me levanta en un vuelo
que espero
el surcar de los días
el pasaje de las horas
entre yo y yo misma
entre todas las que soy yo
entre todos los que son yo
entre tú y yo
porque
siento todo de todas las maneras
vivo en todas partes atravesando caminos que marco a pie de raíz que avanza sin al parecer moverse
y a veces me pierdo y luego me encuentro porque
ya no sé dónde acabo yo
y me digo-te digo: "¡para, escucha, aspira, respira, re-
cuerda en la que me anudo y anudo y anudo!"
No ya con extremos tensos sino sin dudas
no ya estirandorompiendo la trama de los días
no ya perdiéndome-encontrándome
Sino simplemente esperando
el fluir del mar del día a día
nadando en mi yotú porque ya no sé hasta dónde llegan mis ramas, cuán lejos acaricio el viento que me trae ahora aroma
de flores entre zarzas
ni dónde empiezas tú
porque amo los pétalos que nadan junto a pájaros que vuelan y los pétalos caídos
porque es ya este Nuevo Mundo la metáfora
de todos los Descubrimientos.
(Los montes a lo lejos, los cometas, la nieve, el frío calmo, los dardos del sol... Nada falta si somos yos)

viernes, 26 de septiembre de 2008

Raíces

La penumbra es propicia, la lluvia sigue cayendo fina, rasga uno a uno los velos de mis muchas vidas, mi piel es ya corteza, hundo mis pies en mis días, mis días de barro y de piedra y de fina arenisca, abro los brazos, los árboles me rozan y me susurran historias de otras tierras, murmuran algo semejante a eternas presencias firmadas con sangre en este mundo sin mapas. Y llueve, y llueve, y llueve. El viento arrecia. Expongo mi rostro a la bofetada de lo que llega y el bosque lo tamiza en besos, en hojas que serpentean por mis huesos y se adentran, se adentran, se adentran, no temo ya a la batalla que yo lucha contra mí, no temo, no temo, no temo. Es sólo que algo estalla por dentro y no son armas enemigas, es sólo que mis pies arraigan, que mi cuerpo crece, que mis dedos, mis brazos son ramas, mis ideas hojas mis deseos los pájaros que anidan

Y
sé que la sustancia que me habita es tan consistente como el hábitat de los sueños
sé que mis piernas son robustas
QUE
se retuercen para labrar campos de estrellas y hálito de nubes
QUIERO
saber hasta dónde mis pies dedos de pies uñas desbordan los cueros que envuelven los pasos y son raíces
PARA SIEMPRE
dice el viento que el bosque me ha convertido en árbol que se enraiza y crece y tiende sus hojasramasbrazos hacia el calor del sol que preside la jornada de penumbra y es curioso pero nunca pensé que el pasar de los días fuera algo así como soñar volar plantarse en la tierra descubrir que ser no es más que ser
DE VERDAD.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Lluvia, instantes

La luz atraviesa el cielo de repente, de repente suenan ideas como tambores de infantería, busco mis armas, soy yo al descubierto ante la nochedía, ante el cielo oscuro de pronto luminoso, ante las luces repentinas, sopla una brisa venida de... Un cierto ahogo me acomete, es ahora el viento y sus brutales embestidas, alzo la vista al cielo y llueve, dejo que me resbale por la cara el agua fina, es un agitarse todo, un resumen de todos los acepto acepto acepto acepto

QUIERO
cultivar dentro de mí lo Inimitable
escrupulosamente
exquisitamente
inevitablemente
será quizá la soledad la araña que teje los sueños
será
el ir y venir de mí misma
el instante
con el que
me
visto
de
esperanza
en el que las profundas inmediatas máscaras resultan ineficaces
en el
que
soy desde siempre delicada y frágil y tan
fuerte
que
me creo capaz de quebrar la lanza inquebrantable de una brizna de hierba
sólo con
la multitud ferviente
de mis deseos.
Es tan grande la fuerza de repente, tan intensa la lluvia, tan eterno el instante que
suelto las armas
encaro la vida a muerte
reto a cualquier ser
vivo
o extinto
a que pruebe
a borrar mi camino.
Oh Mundo, oh Tiempo, oh Seres
Tan Nuevos
tan
(sin embargo)
desde siempre conocidos.
(Un aire suave mece las copas de los árboles)

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Luces repentinas

En la noche a veces es fácil perderse. Los contornos del bosque se difuminan, los arroyos de sangre oscurecen la vista, las aguas porporcionan tragos de olvido y añoranza. Es sólo una sensación, una trampa escondida de las muchas que guarda el Nuevo Mundo. Los días duran meses o años. A veces un día equivale a cuarenta en los cómputos de la Antigua Biblioteca, a veces a un suspiro. Las noches suelen tener la misma duración itinerante: depende del camino escogido. Caminos sin mapas, caminos que transcurren fuera de los pasos que la razón dicta, caminos retorcidos que procuran el suave placer de las sorpresas. Pero si algo caracteriza a las noches del Nuevo Mundo no son el ulular de los pensamientos que se arraciman antes de las batallas, ni el huir de los pálpitos que marcan el paso durante el día: son las luces repentinas. Repentino arderse de algo por dentro (y cuando sucede, algo estalla en el cielo), instantáneo iluminarse de las zonas oscuras. Toda noche en el Nuevo Mundo es una suerte de tiniebla luminosa, un guía que observa y protege. Una presencia que tiende una mano refulgente con la que ir vadeando los días.


martes, 23 de septiembre de 2008

De vita nuova

La nueva alegría, el descansar en paisajes viejos y nuevos, siempre revisitados, el aceptar que mañana haga sol o llueva, la libertad reconquistada, no a base de reprimir deseos contradictorios, sino al consolidar, palmo a palmo, el territorio que aspira a la verdadera alegría, escalar montañas con las armas sobre los hombros sin apenas sentir el peso, decir sí a las zarzas que me hieren, sí a las flores y al bosque lleno de perfumes, sí a creer en la realidad que no se deja reducir a meros mapas prefijados, sí al crecimiento lento, a la debilidad de los pétalos que caen, sí a la elevación de esta áspera montaña, sí al cansancio del cuerpo, a la épica de las multitudes que se agolpan en mi cerebro, a la creación constante de los días...

lunes, 22 de septiembre de 2008

Interlunio

Pero... a pesar de la oscuridad... de las vacilaciones en el Nuevo Mundo, de los saltos buscando luz y mapas y caminos que se borran a medida que se trazan, la brisa del bosque omnipresente me recuerda a través de todos mis poros que siempre hay paisajes a los que regresar...

A ciegas

En el primer momento, y a pesar del impulso, toco el suelo con los pies: el vuelo ha sido corto, el terreno es firme, pero vacilo. A mi alrededor todo es oscuridad, anhelo de luz. Los arroyos de sangre navegable, el río de la vida, el sentido de lo vertical, despiertan mi confusión, mi vértigo, mi temor a lo nuevo, lo inexplorado. Cierro los ojos y la oscuridad se acentúa. Levemente, como de lejos, me aferro a los recuerdos, a la historia que pesa y afinca sus pilares en el suelo, que asciende a pesar de todo. Soy un pasaje de mí misma, un trayecto entre itinerarios paralelos. Y un rumor de aguas.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Saltando al otro lado

Y es ahora, en el instante elegido, en el que sé que debo saltar. Ante mis pies brota un arroyo de sangre pura, hirviente: la sangre de los guerreros no vencidos, la que riega las flores aromáticas de estas tierras, las flores que crecen entre zarzas, las flores que brotan de pechos enardecidos en la batalla. Sé que es el momento de lanzar mis flechas, sé que soy yo aquí y yo allí, al otro lado, pero sé que no persigo mi muerte, sino una suerte distinta, una suerte que se teje con segundos de otras vidas. Dispongo el carcaj, las varas punzantes son muchas, acaricio levemente sus puntas, me hiero en la yema de los dedos, es mi sangre confundida con la sangre de Otros, del Otro que espera el disparo, los ojos ardientes, el aire claro. Sé que no hay enemigo. Sé que sólo es una presencia invisible: la presiento. Sé que está más allá, quizá hacia arriba. Sumerjo mis dedos sangrantes en el arroyo de sangre: los beso, bebo el hijo de mil vidas. Retrocedo un poco, afianzo mi carrera: salto. Es un vuelo eterno, un lanzarse hacia arriba, toda yo ya flecha persiguiendo un objetivo en el que reposar un momento, un viaje vertical en el que, de forma inevitable, ahora lo sé, ahora las siento, son parte del combate, me atraviesan lanzas flamígeras que me encienden por dentro. Soy yo, es mi cuerpo, es el aire, es el bosque, es el mundo, acariciándome: estoy volando.

El límite

El interludio cesa, y me doy cuenta de que estoy justo entre un lugar y otro de este Nuevo Mundo, a punto de seguir mi trayectoria a fuerza de cambiarla, puro cruce de caminos, puro romperse el horizonte. El horizonte siempre está más allá de mí, era algo que sabía y no sabía de mundos anteriores, y por eso, ahora, decido que el horizonte está en mí y en todo lo que me rodea. Porque si antes mi espacio se agostaba, era angosto, era angustia, era asma, ahora es alma, apertura, melodía que vuela por encima de mí misma, a través de mí misma. Recibo el soplo perfumado del bosque cercano, descubro por primera vez los contornos de mi piel, desbordada a través de la armadura. Son las nuevas armas: la alegría, el placer, la andadura de los días. Toda yo límite que se expande conmigo y a pesar de mí, toda yo escalofrío del descubrimiento, zonas extremas, limítrofes con lo Otro, extranjeras pero aún propias. La atracción del yo que no soy yo es intensa, impredecible su llamada. Desde el límite no se percibe el límite.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Interludio


(Y sin embargo, por un momento, ya secos los ojos, la mirada más limpia, los lagos refulgentes, la nueva vida aletea alegre, libre: Oh, freunde!)

Diario de batalla

Cavo una trinchera. Me apresto a la lucha, pensando a la vez que esta caída hacia el centro de la tierra (excavar, excavar) se parece mucho a escalar una montaña, viaje vertical pero al revés, hacia las simas de mí misma. Por un momento me doy cuenta de que quizá el enemigo soy yo, y que quizá por eso la tarea consista en aguerrirme sin extinguirme, puesto que mi armadura debe protegerme de alguien que, en el fondo, soy yo. El Nuevo mundo tiene esas trampas. Crees empujar y eres empujado. Por ti mismo. Por mí misma. Siento un inmediato ataque de cansancio. A la vez, en este momento, el bosque cercano exhala una melodía de color rojo: no es el color de la sangre, sino el de un suave atardecer. Siento la caricia de las ramas, de las hojas. La brisa es tan tenue, tan tenaz, que me envuelve, me hace bailar un momento. Lloro inevitablemente. Lloro. Lloro. La melodía tiene una presencia que de repente se me revela, algo de tiempos pasados que prometen acompañarme para siempre. Bailo acariciada por los árboles. Mis lágrimas son un nuevo río que adorna esta tierra. Son lágrimas dulces, con un punto de desgarro, lágrimas que me desarman pero no me desalman, lágrimas que alimentan mi agradecimiento por tener la temible felicidad de vivir, de vivir caminando, lágrimas que nacen de mis ojos y llegan y forman nuevos lagos, espejos en los que mirarse, que burbujean, bajan en rápidos que murmuran nuevas palabras que estaban en mí pero que no recordaba, se desbordan, me rodean la cintura, me bañan de nuevo en el Nuevo Mundo, y quizá ésta sea en el fondo la lucha, quizá este ir conmigo y contra mí, y no puedo evitar decir un sí, acepto, a la batalla del día. Porque el bosque me anochece y me amanece, me ilumina, me acompaña, me embriaga hasta la última célula, penetra corazas y me dice que la lucha es cuerpo a cuerpo, que no valen protecciones. Porque cuando encontré este Mundo, todo estaba por crear.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Voz de los árboles

Una repentina ráfaga de viento me detiene: entre los ecos de la lucha que se avecina, me es concedido distinguir la voz de los árboles. Entiendo que me hablan. La lengua con la que se comunican es antigua, pero apenas conozco los códigos aún, a pesar de que hace años, muchos años, que mis pies hollan la tierra a la que acabo de llegar. Me llega, sin embargo, un mensaje claro sobre el deber de mi vida, el deber en mi vida que es ponerme en pie, afirmar la voluntad simple de ser más allá de las batallas, zambullirme en el agua en busca de sueños. De lo contrario, una simple brizna de hierba puede derribarme, abrir heridas a través de mis defensas. Creo que lo que escucho es cierto, que debo seguir este camino. Porque la sabiduría que me habla es antigua, impulsa el vuelo vertical y a la vez lo ata, porque los árboles son sus raíces y el viento que los atraviesa hace presentes sus palabras. Y me siguen hablando, hablando en un instante que peina siglos, que incendia mares, que vive, aunque las estrellas que me guían caminen de espaldas.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Nuevo día en el Nuevo mundo

Había caído la noche y la aurora me despierta hoy con suaves dedos. Apenas recuerdo nada que no sea el fragor de la lucha, el choque de los cuerpos. Me rodea el bosque con sus ramas: diríase que en cada hoja hay ojos que murmuran palabras de paz. Hay un lago cercano que no había visto cuando me adentré por el camino sin mapas: me inclino sobre la superficie, limpia como un espejo. Veo mi cabello suelto, danzando con el aire que apenas silba una melodía de tiempos antiguos, de un ayer al que no puedo decir adiós. No parezco, en este momento, una guerrera: junto a mí yacen mi cota de malla, el puñal, la lanza. Llevo un extraño vestido blanco, vaporoso, ribeteado de hilos de oro, que ondea al ritmo de las aguas. No recuerdo haberme puesto estas ropas. Me miro un momento. El bosque sopla el viento a través de sus ramas y me estremezco. No es, sin embargo, tiempo de descansar: disfruto un momento del albur de este nuevo día y recojo mis armas. La lucha continúa.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Caminos y nudos

En el Nuevo Mundo, a veces, el camino pone un nudo en la garganta, tal es el peligro que se avecina. No es una Tierra domesticada, hecha a la medida de seres complacientes y complacidos fácilmente: es una tierra de guerreros. El terreno es empinado, está lleno de trampas y voces. Avanzo penosamente trazando círculos, pero decido abandonar todo camuflaje. Soy una luchadora antigua, mi tiempo es el de los seres no consumibles, no consumidos. Mi tiempo es el de la resistencia. Me había detenido, hace apenas horas, a descansar un poco, a recoger flores trémulas de instantes, estremecidas de rocío, de vapor de almas. De la pequeña época de calma he aprendido que la vida no se encuentra en el camino recto, sino en los recodos, en los rodeos. En los pliegues de la tierra. A ambos lados me atenaza un bosque con su presencia. Su aroma es tan hermoso, tan dulce, que se vuelve por un segundo insoportable.


Cierro los ojos. Siento cómo el bosque me alarga sus ramas. Me duele horriblemente todo. Pero no estoy cansada, curiosamente. Me apresto a la lucha. Empieza el combate de nuevo. Me acerco a la zona en la que se librará la batalla sabiendo, a la vez, que ya ha empezado para mí, puesto que la siento. Mis pies están en el suelo, avanzando con decisión, aunque no sin miedo. El camino que conduce a la batalla es, a la vez, bello y doloroso. Debo ir poniendo piedrecitas en él, trazando mapas que me orienten. Aún es de noche. Sin embargo, tomo el nudo que se cierra en torno a mi garganta, lo acepto, lo amo, agradezco poder vivir este día como si fuera el último, lucho con él, lo deshago un poco, y lo convierto en un hermoso lazo que sujeta el mundo que nace, y lo perfuma con el aliento de las flores que, tímidas pero seguras, abren sus pétalos entre las zarzas.

jueves, 11 de septiembre de 2008

In dulci jubilo

Llueve. Llueve interminablemente. Llegados aquí, el paisaje es tan nuevo que cuesta describirlo. Los árboles son pieles que se desmadejan al viento (a veces dulce, a veces huracanado) con hojas que caen como cabellos otoñales. Es el lugar del fin de la lucha. Del fin de la agonía. Un (de nuevo) Nuevo Mundo. Ha sido preciso viajar atravesando mares de aguas y estrellas, noches silenciosas, desiertos de horas y horas. No hay leyes, no hay certidumbres, no hay verdades. Lo real es una eterna pregunta que se retroalimenta. Por eso, todo viajero que llega aquí debe pagar como tarifa de aduana (aún hay límites que franquear) la negativa a seguir esperando algo. Porque en este lugar de (re)nacimientos, la vida se niega a ser negada en la añoranza de lo sucedido o de lo que sucederá. Hay caminos, sí (necesario será quizá trazar algún mapa), pero en todos sus principios se puede leer:

No me encontrarás al final: te pertenezco ya.

Mientras, sigue lloviendo. Cuando los mundos se inician, toda Tierra está sujeta al Diluvio.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Crónica de un Nuevo Mundo

Islas, islas, islas...
pequeñas, medianas, mínimas islas
unidas por brotes de mar
por golpes de sal
embates de gotas
que lamen la piel
se elevan
navegan
retrepan
el cielo
gravitan
exhalan
abrazan
el techo
de un Mundo Nuevo
que nace y se anuda
a cometas que vuelan
y dejan un rastro
de luz y de estrellas
de ojos que brillan
allí, bien arriba,
y posan sus dedos
en el suelo leve
de un leve Universo.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Materiales de construcción

Abro los ojos o quizá los cierro. Da igual. No hay párpados-cortinas que me impidan ver más claro. Es posible que sea necesario tamizar la luz, tan cegadora puede ser a veces. De día o de noche, construyo. Mampostería de ideas que se unen de manera perfecta a pesar de sus formas irregulares, cañas flexibles como sentimientos capaces de resistir los embates del mal tiempo y la incredulidad de la bonanza, maderas, hojas, tierra... agua. Los materiales que me construyen son simples. Basta con desearlos. Los materiales que me construyen son tan certeros, tan ciertos, que son radicalmente indefinibles. Son ya la pura base, el puro axioma, y a la vez... densos. Son el presente del presente. El no creer que la felicidad vendrá. El no esperar otra cosa que acostumbrarse a ser. A volver a ser. Y, a la vez, la inmensa alegría de que ser no se deje definir tan fácilmente.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Kairós

Cada día, a contracorriente, salgo a jugarme la suerte que me toca. Suele ser fatigoso salirse de lo cotidiano para enfrentarse a la cara oculta de lo cotidiano, a la mueca de la sonrisa como telón de un fondo que no existe, a las horas que retuercen la respiración y la confinan al último rincón de los pulmones. No es fácil, pero es oportuno. Cómo si no iba a nacer cada día, cómo si no explicarme la tenue calidez de las coincidencias de mundos que chocan como galaxias. Kairós. El momento es oportuno. El momento es oportuno. Por eso me gusta besarle el cuello al instante que me abraza favorable, recorrer su espalda de segundos, amasar su pelo lleno de sorpresas ocultas entre guedejas de susurros. Algo pasa, algo va a pasar, algo está pasando: me redescubro.