viernes, 25 de diciembre de 2015

Deshilvanar

La madeja de los días acude a tu encuentro
y ellos pasan y tú
eres eso que se queda
por detrás
de las horas
que se van,
esa porción de barro que clama en el desierto de los sueños olvidados,
esa nebulosa en la que a menudo hace frío y te disuelves.

Pasan los días. Quedas tú,
imaginando posibles (p)oquedades en las que sentir que aún eres alguien memorable,
pero resulta que solo eres tú ante el Mundo,
ese mundo ante el que es forzoso sonreír
porque estás vivo entre tanto muerto viviente que repite proclamas aprendidas alguna tarde ciega,
porque sigues sintiendo que la llama de los otros es un faro contra el desaliento,
porque has aprendido a levantarte tantas veces
que da igual
que la araña teja sus días sin compasión:
en el fondo, sabes que vives desde siempre
para siempre
sabes
que la mejor manera de celebrar la vida es olvidar
que hay una cierta obligación establecida
de ser felices,
porque ser feliz es no pensar en ello,
es dejarte llevar por la arena de los días
que cae lentamente y te arrastra,
pero deja que seas un hermoso Ícaro
para que puedas ver el mar,
sus olas,
el mar,
el agua que se escurre entre tus dedos y tú escribes y vives y piensas que por fin
has llegado a saber que no hay lugar
al que llegar
porque tú
eres ese lugar en el que,
después de todo,
hay que aprender a vivir
a beber de sus horas y sus miedos
porque así, lenta-
mente despierta
y surge algo parecido a ese yo
que alguna vez soñaste y que ahora,
en noches especiales como esta,
te sueña a ti
y deja que deshagas
la madeja
de tus nudos
y te habites en paz
porque no hay mayor amigo de la luz
que una mano que deshilvana el tejido
de preguntas
de cegueras
y escribe
que eres algo más
a medida que eres
algo menos.

sábado, 24 de octubre de 2015

No sabes

cómo conseguir mantener la ilusión eternamente,
si tienes frío en las rodillas,
si tienes un paisaje seco en las rodillas,
si tus rodillas son el Fin del Mundo en cuanto te arrodillas.
Si, cuando viniste, ya no estabas aquí.
Si toda tú eres nostalgia de un futuro sin sentido
Si trazas letras como quien rompe corazones.

Cuando amaneciste, yo ya no estaba.
Era el humo de los días encendidos
Era el gas que reventaba las murallas de la adolescencia
Era tú, pero en otra parte,
saludándome desde lejos,
en esa tierra sin muros ni distancias en donde
            las almas
            no se encuentran.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Creo en la claridad de tus ojos

Creía saber lo que era la muerte
porque murió mi padre
porque murió mi madre
más de un amigo
más de un horizonte
más de una parte de mí.

Creía saber lo que era la muerte
porque yo misma he muerto muchas veces
abanicando el paso de los días
-tan ligero, tan vehemente, tan adusto,
tan oscuro-.
Creía, sí.

Pero aún me faltaba saber que la ausencia
es ese espacio que ya no habitas,
ese agujero en el universo con la forma de tus versos,
ese no saber
-nunca más-
cuándo íbamos a volver a vernos.

Ahora sé que es posible sufrir más de lo debido,
pero que en algún lugar de tu recuerdo
-en los días llenos ya de noche-
tú guardas mi memoria y la de todos.
Porque tú retienes el olvido,
tú tienes todos los mapas en tu mano,
todas esas rutas que conducían a ti
y a la verdad de tus ojos estrellados.

Tú vives en nosotros, amigo.
Ahora sé que, en la oscuridad de la noche,
es posible ver la luz
de tus días,
de tus palabras y risas,
de esa frontera desde la que nos hablas.
Porque creo en ti.
Creo en la claridad de tus ojos.
En la voz que iniciaste
desde el vértigo premonitorio
para conjurar la soledad
que ahora se ensancha
hasta llegar a otras voces que,
junto a la mía,
se alzan para buscarte
más allá de la muerte
más acá de los dientes
que nos clava el recuerdo
en este país de las voces que se han quedado sin dueño
porque falta tu mano
faltan tus versos
faltas tú.


(A Enrique Clarós. In memoriam)

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Aplazar el dolor

Hoy no tengo tiempo para sufrir.
Se supone que soy un ser humano y que todo me duele
Se supone que el mundo siempre va mal,
que siempre hay gentes que sufren:
yo sufro irremediablemente con ellas.

Me he dado cuenta de que los años me convierten en una membrana,
en algo que vibra con otros seres.
No es solo el "te entiendo" y el "te acompaño en el sentimiento".
Hoy soy tu dolor
hoy soy tu yo anegado en silencio
en manos que aferran la boca apresta al grito
en deseos de no molestar y de pedir perdón.
Hoy soy tú.
Tú, que ahora estás en el agujero abisal de tus penas
en el abismo de tus causas y consecuencias
en el tensarse de la cuerda del corazón que a veces pide parar
o explotar.

Pero, ¿sabes? Hoy no hay lugar para el sufrimiento
en vacío.
Hoy hay que pensar que todo dolor es un camino y no debe
vivirse de golpe.
Tampoco beberse de golpe.
No apures de un trago el cáliz del dolor:
hay mucha vida para hacerlo.
Hace tiempo aprendí que no se es feliz para siempre.
Tampoco desdichado.
Tampoco eficiente.
Hoy date un respiro. Inspira.
Date permiso para vivir:
parece mentira hasta qué punto la vida es una licencia para matar
lentamente
o con mente abrupta.
Escala o llora, pero no quieras vivirlo todo de golpe.
El mundo no se hizo en dos días.
El dolor tampoco.

Estas son palabras llanas. Sin brumas ni metáforas. Sin intención de estar al nivel.
Porque se trata de sobrevivir
sobrenadar
sobrerreír
más allá de las bocas interrogantes
de los ceños fruncidos
del rictus de cólera
del miedo
a qué pensarán
o qué nos dirán
o qué imagen reflejaremos en los ojos de otros que,
seamos sinceros,
también tienen prisa por beberse el dolor de un trago
como si eso fuera lo mismo
que tirar la basura para siempre.

lunes, 20 de julio de 2015

Horas secas

Dicen
que no soy poeta.
Dicen (donde el horizonte se pierde en la montaña tras el anhelo de los árboles perdidos)
que solo soy una sombra que no llega a ninguna
parte
a máxima
velocidad.
Cabalgas a lomos de las horas secas.
Saltas de tu centímetro cuadrado de tristeza
Saltas desde tu añil crepuscular
Saltas
         y pretendes decir cosas hermosas:
         aquellas que refulgen tras la tempestad de lodo.
Buscas ese momento
         que justifique una vida
          y a veces no eres más
que el alma asmática
          de una eterna desterrada
y dicen
          que no eres poeta
          y tú sigues aquí,
          enarbolando una suave
          sonrisa idiota
          mientras los males del 
          Mundo te dejan la
          pequeña superficie vital 
          hecha jirones.

Replicas un momento:
en tu pequeño cuadrado de
                                        normalidad
-aquella que entiende de tostadas y tortillas-
pones en la nevera una ligera 
                                            limonada
                                            de versos,
esas palabras que no
                               llegan
                               llagan
al final de la línea
el final de tu aliento.

jueves, 14 de mayo de 2015

Estratos

Soy de un lugar en el que los cielos se incendian de hielo y de niebla,
soy de un lugar oculto a mil kilómetros de mí
en el que los huracanes cierran los ojos y se vuelven pequeñas sombras
en el que los seres que suben montañas efímeras se desdibujan.

En este lugar a medio camino de la nada y tú
las serpientes no silban y se esconden
los desengaños son amapolas que se arrancan
y mueren.

Hay quien lo llama resiliencia. Yo lo llamo ser,
simplemente, y no pararse a preguntar demasiado.
Amar la sombra, pero no el daño.
Amar la bilis que nace de los esplendores prefabricados.
Correr río abajo, contracorriente,
en un supremo esfuerzo por dejar de esforzarme,
por abandonar etiquetas y tallajes.

En este lugar tengo amigos:
a veces se llaman sol, a veces viento. Pero siempre
me dan la mano cuando busco a oscuras el lugar por donde
huir para comprometerme en seguir siendo
para subir hacia donde no se necesita
el ácido de las sonrisas de dientes afilados
de los enjambres de dioses confundidos.

Es un lugar humilde. No es un lugar perfecto.
Está hecho de capas de tristeza y paz,
de vidas amontonadas
por el paso de los años:
esas vidas que puedes leer en los pliegues de mi piel,
en las durezas de mis pies atados al camino de piedra
al roce arisco de la hierba
a la caricia de los días
pasados
nunca en vano.

viernes, 27 de marzo de 2015

Silencio

Ante el mundo transformado en una enorme mosca carroñera, solo cabe callarse.
Ante el placer por hurgar en la herida ajena, solo cabe callarse.
Ante el estupor de los vencidos, solo cabe callarse.

Ezra Pound afina su hacha mientras Eliot afila sus cuartetos.
Es un mundo absurdamente categórico este, abcategóricamente absurdo este, que grita sus males de amor (¿quién te dijo, criatura, que algún dios iba a amarte?) mientras las bocas del hambre gritan en silencio
mientras los ojos del horror mueren en silencio
bajo el aullido atroz de una mansa muchedumbre atada a la esclavitud
de no saber qué hacer con su tiempo.

Seamos estúpidos.
Sigamos viviendo bajo el ardor
de quienes de verdad mueren
mientras lanzamos grititos de rata mercantil
que consume horas y angustias.
Seamos estúpidos,
pero, por favor,
guardemos silencio.



miércoles, 18 de febrero de 2015

Celebración

Celebramos que estamos aquí.
Celebramos que las algas nos mantienen con su exceso de oxígeno
y absorben el dióxido de nuestros días
que tu paso es firme a veces
y a veces no
que somos seres en perpetuo abismo
-lo compruebo cuando recuerdo que tardé en aprender a mirarte-
que todos los que caminamos nos caemos
que en esta era del cansancio
siempre hay
un aliento
que rompe las tinieblas de las horas
ineficientes
que un poco de musa es mucho
tiempo caminando.

Celebramos.
Un cielo se rompe en horizontes estráticos
estáticos
extáticos
azules y naranjas y oscuros
mantos de noche.

A veces te pierdes por las olas
y navegas y entiendes que hay que tragar agua
salada, muy salada,
a veces la confundes con tus lágrimas
a veces entiendes que no te haces entender
y que claro, los otros no pueden apenas mover sus pies para salvarte,
porque
es tu mano la que buscas
tus ojos los que se vuelven contracorriente
de horas a solas
y entonces, de golpe, sabes
que siempre habrá paz para los cansados
que celebran que un día cualquiera,
como el tuyo, como este,
las olas de los días no entienden de trilogías
sino más bien de pequeños momentos:
esos en los que
te tumbas y tomas el sol que te abraza y te recuerda ese pulso
que se te enreda en las venas y sale
y salta
y baila
la danza eterna de quienes,
más allá de los días ululados de lamentos,
respiran luz.