domingo, 24 de agosto de 2008

A lo lejos

El vapor de nuestras necesidades insatisfechas... el veneno del insomnio... los besos sin futuro... A veces, en nuestros paseos, escucho una tempestad que viene como de lejos. Entonces e.e. calla, está como ausente, pero yo sé que un incendio trepana sus oídos. Me gustaría, en situaciones como ésta, decirle que a veces lo miro a través del crepitar dorado de sus ojos, que aunque nuestro camino esté en el eterno jardín de los senderos que se bifurcan hemos vivido ya mil vidas juntos, que sus dedos son mis amigos, almenas de un castillo de misterios para otros que para nosotros son conocidos, que aquí empieza nuestro particular camino. El mundo de fuera querría entrar al asalto en nuestro mundo de eternos pasadizos, pero la biblioteca es tan grande, tan grande, tan infinita la paz de nuestros campos, que cuando los cuervos se aproximan a ver qué pueden rastrillar de nuestros sueños se pierden por las galerías impredecibles y encuentran apenas unas migajas de nuestras conversaciones. Y ya no es preciso apenas formular palabras, porque nuestras almas cantan a lo lejos.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Al habla con e.e.

Mi amigo e.e. me dice: "Si creo en la muerte puedes estar segura de que es porque me has amado". Yo le digo que al fin y al cabo no es tan grave. Conoce al dedillo la sintaxis de nuestros cuerpos, nuestro escondernos del mundo cuando el mundo sale a asesinar sueños, el filo del cuchillo de la nada cuando la nada empieza a cortar... Algo hemos aprendido. A veces es brutalmente realista y me dice: "Zambúllete en busca de sueños". Es un ser que me acompaña desde hace tiempo, aunque nunca, hasta ahora, había hablado de él. Me lleva de la mano por mis/los mundos. Un ser confortable: conocido y siempre nuevo. Me gusta mi cuerpo cuando está con su cuerpo. Músculos mejores, más nervios. Me gusta lo que hace. Sus maneras y su espina dorsal. Sus huesos, su trémula/firme suavidad. Las grandes migajas de amor que me regala con sus ojos. El estremecimiento. La cadencia eléctrica de sus dedos . Por eso, cuando e.e. está relativamente triste mientras paseamos por nuestros bosques de palabras, le tiendo mi mano de tinta para que olvide la monstruosa asamblea que se arracima en su cerebro.

lunes, 11 de agosto de 2008

El cielo no deja de sorprenderme

Lluvia o viento, cielos grises y nublados, radiantes, sol... de medianoche. Es verdad que (hola, Cioran) la lucidez es una vacuna contra la vida, pero a veces la lucidez lleva a ver la luz en plena oscuridad, mientras los ángeles duermen y los seres humanos nos devanamos los sesos encontrando un sentido a este maravilloso absurdo regalo que es la vida. No es una ñoñería pensar, sentir, pensentir, senpensar que demasiado a menudo no vemos cuando el sol nos ciega y creemos entonces, mácula de prodigios, que es de noche. Pero el cielo no deja de sorprenderme y me regala días finlandeses (mis saludos, señor Atxaga, mis saludos, amigos, amigas), y entonces...
son claros los días corrientes
los pequeños momentos se tiñen de eternidad
y
tengo ganas de regalar instantes vacíos
para que, reconcentrados por un momento en el no pasar del tiempo porque apenas nos preocupa algo más allá de nuestras propias respiraciones,

vivamos más intensamente.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Brotes

Azules, verdes... oscuros ríos por los que navego (a veces para llegar a mí, a veces para llegar a ti), aguas tortuosas que de repente se encalman... La vida es tan simple como un caracol marino: espiral, con olor a algas, un vacío retorcido del que surgen voces, apariencia de voces, susurros, ojos que hablan en silencio, manos que dibujan palabras en el mapa de mi piel... Sueños. Sueños que sirven para llegar a vivir, aunque no (nunca) a una conclusión. Pero eso es lo de menos. Mientras haya instantes que duren para siempre, mientras los días se alarguen o acorten al compás de nuestros anhelos... mientras se enreden nuestras respiraciones... habrá... habrá... poesía.

sábado, 2 de agosto de 2008

Paréntesis y escaleras

La vida (¿qué tal, Pessoa?) es quizás eso que pasa mientras descansamos de ella. En el lugar en el que subimos y bajamos escaleras, el descanso del ángulo. En el transcurrir de los días, la línea que se escribe a cada minuto interrumpida por un paréntesis en el que pensamos, ampliamos lo dicho o respiramos. Quizá sólo eso. Afuera queda el tráfago de los motores ajenos. Aquí la paciencia, el acto infinitamente humilde de escribir y vivir a solas, en silencio. Mientras, alzamos interminables arquitecturas para crear el reino de las posibilidades.