jueves, 22 de octubre de 2009

Reducciones

Si piensas que pasas un mal momento, piensa en ti: un individuo del género humano, bípedo, pensante. Sangrante. Es posible que pases por un mal momento. No niego que probablemente estás pasando por un mal momento. No soy quién para decir que el tuyo no sea un mal momento.

A veces, hace tiempo, tenía la sensación de que había llegado tarde a un mundo muy viejo. Bien, quizá la frase no sea mía, no lo sé (hace tanto tiempo que me paseo por la Inmensa biblioteca del Universo), pero el caso es que así me sentía. Entonces.

También a veces reivindicaba mi posición exactamente ladeada hacia el siglo XIX. Pero recordé que entonces alguien como yo (miope, enfermiza e hiperestésica) probablemente habría muerto. Así que reconsideré que quizás el XIX no era un buen momento.

Descarté la época prehistórica, la Edad Media y algún que otro siglo. Un maldito feminismo me tiene infectada, demasiado como para admitir que alguien me encerrara en una cocina, etcétera etcétera. Así que deduje que tampoco eran buenos momentos.

Momentáneamente me adscribí a los griegos: ellos y sus armonías, su universo. Pero hay que reconocer que los griegos muy pronto dejaron de ser lo que eran (en términos de Universo), y además no acababa de decidirme entre espartanos y atenienses.

Fui reduciendo...

Nada que decir sobre egipcios y sumerios. Encantadores y monumentales, pero demasiado épicos. Demasiado grandes para mí, que siempre me acompaño de gestos menores y repudio construir pirámides (algo que ya está bien hecho no tiene que aguantar nadie que lo estropee).

Así que me iba quedando sin mis mejores momentos.

De los diferentes momentos del siglo XX en los que no nací mejor no digo nada. De hecho, a menudo me he cuestionado hasta qué punto no ha sido una regresión a la barbarie.

Así que, en realidad, cuando me planteé que no estaba en un buen momento me quedé sin nada. Y me dije: "¿qué tal si pruebas este, sin ir más lejos?". Era el momento en el que era el momento.

Fue así de fácil: reducirme para ir viviendo.

Y desde entonces sigo... fabricando momentos.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Creo que debo irme

Creo que debo irme
con prisa pero sin pausa de este mundo.
Creo que debe ser el silencio
el único acompañante de las horas finales.
Creo que cerrar los ojos sería una buena manera de seguir viviendo,
creo.

Es cierto que hace tiempo me debato entre tormentas de palabras no siempre amigas
Es cierto que las palabras no amigas tienen la misma materia que las amigas

¿Entonces...?

Entonces no es cierto.

No creo que deba irme aún
porque
creo que antes de irse siempre hay un tiempo para el silencio.

No creo que cerrar los ojos sea una buena manera de seguir viviendo

Creo que lo único cierto es ese agujero inmenso que conforma nuestro
proverbial principio de incertidumbre
Creo que vivir en lo inestable es clamorosamente cierto
-o digamos verdadero-
porque ya no quedan certezas ni beldades
porque ya no quedan manos a las que agarrarnos
-en silencio de gritos o murmurando excusas por no ser capaces de arrostar lo peligrosamente humano que es ir siendo-

Estoy segura de que a veces nos cansamos y debemos reposar un poco
un tiempo
no en paz, sino viviendo la guerra permanente
a la que nos abocan los ojos recién despiertos,
la guerra de sueños que implica
renunciar a ellos
sabiendo
que todo sueño se resiste a su extinción

Creo, entonces, firmemente
-y esto ya es mucho decir, después de ir por ahí no sabiendo-
que pensar que debo irme bien merece esta reflexión
y su leve
-pero tenaz-
voluntad
de permanencia.