jueves, 25 de diciembre de 2014

Y la Navidad

Llega de nuevo un día como este y recuerdas otros años
en los que quisiste salvar el mundo.
El mundo, claro, nunca se deja.
Porque está ahí para recordarte que se sume en el regazo de las ideas vacías
y llenas de turrones y envidias
llenas de pegajosos
polvorones de angustia
Porque está ahí para recordar que al ego le falta una ele para recordar lo que es en verdad.
Y agradeces la tregua que el mundo te da
porque te mira y se apiada de tu épica de ir por casa,
esa épica en zapatillas que es capaz de hacer una sopa de emociones
pero no de calmar el hambre de los niños que rebuscan
en los contenedores del tiempo.

Llegará un día en que mis ojos se cierren, pero no mi alma
Llegará un día en que sea impotente para levantar mis manos, pero no mis ojos
Llegará un día en que yo desaparezca.
Sí, es una mala noticia: moriré algún día. Como tú, siento decirlo.
Pero mientras tenga un último aliento esperaré ser capaz de levantar el vuelo y darte la mano
Mientras pueda, daré mi energía para cultivar el optimismo de los labios agrietados.

Pongamos una estrella en la cima de los días
Envolvamos con el aliento animal que aún nos queda
al recién nacido que es cada vida,
el pequeño tiempo que nos es concedido.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Tautarca

A veces me gusta jugar a los poemas
a veces resulta que creo que puedo salvar al mundo,
cuando lo cierto es que hace tiempo que se acabaron los salvavidas
que todas las vidas van a la deriva en este barco que se rompe entre reclamos publicitarios
y voces de sirenas.
Sucede que la vida sucede a treinta grados bajo cero de almidad
-si eso existiera-
y que ese frío almario es lo que nos dan las bocas que vociferan versos de azufre encendido
con el que calmas las penas del ir andando
hasta el centro comercial en el que se venden las flores enfermas de nuestros corazones:
amores escondidos, mujeres desesperadas, hombres cansados, viejos demonios colmados
de sexo en espera mientras el mundo,
esa máquina tragaperras en la que raramente se alinean las frutas de la pasión,
da vueltas sobre un eje que se rompe,
podrido decía el alcohólico Charles,
poco antes de bajar a sus infiernos.
Y sin embargo...
sabes que cuando amanece tu sonrisa nada es tan grave ni tan para siempre ni tan
especialmente duro como para tener que inventarse una vida perfecta
-llena de dientes que sonríen al compás de la tarjeta de crédito de existencia-,
que cuando tus ojeras navegan a través de los tiempos
sabes que en ellas reside el secreto
de nadar contracorriente
sin amarras
en vuelo libre
de gaviotas
patosas y carnívoras de los peces
abisales
que se acurrucan al doblar la primera esquina
del último instante.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Descanso

A veces
apoyarme en una esquina de mi ser
-ese extraño que se escapa a todas horas contracorriente-

A veces
rezar al dios de todas las cosas pequeñas
-el que hace que el día se vuelva sulfuroso y azul-

A veces no ser
más que una brizna en el huracán de las ideas: tan pequeña, tan cerca
de mis disturbios

Levantar barricadas contra la tristeza
Nadar por los recodos de ese justo momento en el que
nada es como debiera

Y sin embargo ahí estás tú,
armado con tu sonrisa,
dispuesto a luchar de nuevo por el arco descendente de la fortaleza de los temores emergentes

A veces tú,
subterráneo abrazo de los túneles del tiempo,
mano amiga que recorta las uñas de las fieras
que habitan mis peores pesadillas,
apareces de nuevo para recordarme
que cada día es igual y diferente
porque somos los mismos escombros
con algo más de pátina cansada por los espejos del tiempo
pero
obras el milagro de sacarme de mi propio desahucio
me arrancas mi antigua piel
me arranco mi antigua piel
y
curiosamente
nunca soy tanto tú como cuando soy yo:
amigo de mis días,
ácido compañero que endulza mis heridas y las vuelve insoportables
pero tan reales
que no hay más que volver

a veces

sobre el borrado recuerdo
que nos despierta
de la tenebrosa paz
de los cansados.

martes, 19 de agosto de 2014

Rumores lejanos

Ves al mundo navegando
entre necrofilias marítimas
porque todo horizonte, cuando es de los otros,
es un cadáver exquisito
formado por los deseos de muchos
y los días de pocos.

Miras por el ojo de la cerradura del abismo
y piensas:
"algún día volveré a mí".
Pero sabes que la tú de ayer no existe,
que nunca existió ese páramo en el que pretendías vivir para siempre.

Observas el tránsito inclemente de los días
despeñándose por el calendario de lo inevitable:
pronto las horas, pronto las madrugadas, pronto el ansia por robar tiempo al tiempo.

Y, sin embargo...
Desde lejos adivino el rastro de tus ojos,
el fulgor de tu mirada que sabe de nuevos mundos refundados,
entiendo
-una vez más-
que la impaciencia no es más que la muerte anunciada
de todas las preguntas.
Y sé que estamos aquí para siempre,
sé que la ola en la que navegan los demás es la calma de mi orilla,
que el mar no está hecho para paseantes,
sino para los héroes de a diario,
aquellos que se suben a la cima de las preguntas sin respuesta,
respiran hondo
y se acercan un poco más al abrazo de las sombras,
pues saben
-como tú sabes-
que la luz no es más que una falacia nacida de la oscuridad
y que aquello que oyes a lo lejos
no es más que el rumor de tu vida presente,
en la que remas
-siempre saltando las olas que a veces te estrellan contra la arena-
a contradías, contracorriente.

sábado, 12 de julio de 2014

Genuflexión

Creo que todavía soy
una persona de lomo lento,
aunque mi apariencia se esfuerce
en decir lo contrario.

Creo que dejo lo mejor en mis libretas
-también lo peor-,
y ruego a algún alma bondadosa que las queme
cuando yo no esté.

Creo que no sé muy bien quién soy,
amarrada al túnel de las únicas preguntas.

Creo que soy un ave de paso
aunque viaje entre los sudores del metro,
ese que junta vidas como mantras,
ese lugar móvil en el que me siento
feliz
de que el Universo se olvide
                       de mí.

domingo, 11 de mayo de 2014

Larva en el túnel


Levemente olisqueas
los ruidos de la noche
humana
Las uñas se clavan
                en las paredes húmedas
Los ruidos son los otros
El viento de los días
que infectan los bytes de la memoria.
No somos. Fuimos.
Densos, viscosos seres atados
a las últimas preguntas,
a la superficie
del asfalto mediático y mecánico.
Somos larvas ya en el túnel
Naciendo a la luz de los días
Somos tú
cuando duermes la resaca
de los altoparlantes
Tú,
cuando vuelves del trabajo
y bebes arena arrasada de sueño
Tú,
en el laberinto oculto alumbrado por mil ojos abiertos
insomnes
brillantes
en el vagón compartido,
ese que atraviesa las venas urbanas
en el
último canal
de la
existencia.


viernes, 28 de marzo de 2014

A veces quiero limpiar mi nombre

A veces quiero limpiar mi nombre
hacer de un golpe el trabajo de siglos
borrar mi lista de apellidos
uncir los bueyes de mis dos manos
negarme a ser más que un rosario, un río
de rosas
-con espinas, claro-
que se desboque bocabajo
cuerpo a través
contracorriente
obviar mis muchas horas de estudio
que no demuestran más que
uno solo es feliz si no se piensa
captar la ira de los corceles del hambre
de las letras
que se deshacen mientras se sueñan
ser poco más que esta humana pequeña
para volver a ser
de esa otra tierra
en donde los pensamientos
no valen más que una violeta.

domingo, 9 de febrero de 2014

David me pide que le escriba

es un eterno y enorme poeta,
de esos que, a la que te descuidas,
te acierta de lleno en el centro de la diana del corazón.

David es un sencillo y humilde poeta,
una rockalma enclaustrada en su más de metro noventa,
un niño tierno que juega a esconderse en la fortaleza
porque en la soledad hace frío
y se necesitan abrazos.

David es medicina que te quita el ahogo,
un goliath y un niño travieso
que no puede evitar jugar a dejarnos
un nudo suave en la garganta
y el telón invisible de lágrimas
a punto de desbordarse
en el fin del mundo
en donde llueve
sobre los pies
de zapatos rojos.

David es mi hermano de letras
porque empuña su alma cargada de futuro
y te apunta al pecho
y te vuelve irrestañable presente
y luego te envía una sonrisa-nube que,
descerrajada la tormenta de los duendes interiores,
se pone a hacer equilibrio entre vísceras
-corazón y pulmones,
a punto de
pero nunca en
las simas
del despeñado vacío-
y se mueve en versos amigos,
y se algodona,
recoge sus velas de vientos y dice:
"yo no fui,
no soy poeta".

A David Yeste.