martes, 25 de diciembre de 2007

Síndromes y sobredosis

A veces los sueños se convierten en realidad. Una vez alguien soñó que todos estaríamos conectados gracias a los accesos a las autopistas (¿virtuales?) por las que ahora deambulamos. Alguien soñó que todos dispondríamos de información. "La información os hará libres", pensó. Probablemente. No contó con el síndrome de la sobredosis de conexión: seres humanos atados a seres (¿seres?) inhumanos creados por ellos mismos (ordenadores, móviles, etiquetas RFID...) que los acusan continuamente de ser obsoletos. Todo pasa, y para ayudar a deglutir el fragmento de realidad (¿realidad?) que ya decae, todo se fragmenta y se facilita. Estamos en todas partes, pero no somos dioses. Somos los juguetes de nuestros propios juegos, y por eso, en un día como éste (Navidad, regalos, caminar errante entre mesas y deseos que apenas tienen tiempo de ser formulados), sentimos como nunca que estamos conectados, pero no ligados al mundo de las cosas en el que vivimos con los que, como nosotros, dan tumbos atónitos entre el desfile de días, luces y ansias de años mejores.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Estación de tránsito

No nos quedamos, aunque nos gustaría una cierta permanencia... Llegamos, salimos, nos damos de bruces contra el dolor, el vacío y el silencio. Preguntamos si dentro hay alguien más, pero sólo estamos nosotros. Cada uno. Cada una. Fuimos y seremos quizá, pero difícilmente somos. Pensamos en presente, vivimos en... vivimos. Sin apenas darnos cuenta, pasamos de la euforia a la consigna de la tristeza. Llevamos maletas cargadas de recuerdos y temores. De fuera nos llega el ruido de otros trenes. El silencio es nuestro gran tema. Plutarco, un vecino de otros siglos que aún nos habla desde las páginas, nos advierte: "Los hombres aprendemos a hablar y los dioses a callar". Sí, los dioses callan. Y el silencio es un cruce de vías entre el tiempo, la nada, el destino del ser humano y la supuesta eternidad que en secreto ansiamos. Mientras, vamos, venimos, nos accidentamos... por nuestra mente, verdadera estación de tránsito.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Mutaciones

Construimos máquinas, nos volvemos adictos a las ficciones (y si no, véase el drama que está causando la huelga de guionistas allende el mar), los perros llevan microchip, hay ya ratones con genes humanos, soja con genes de lenguado, tabaco con genes de hamster. La genética y la robótica nos fascinan: pronto cerebros con implantes neuronales de ratas, pronto prótesis, ya no necesarias y curativas, sino fáusticas, que nos conduzcan a tener tres brazos, cuatro, los ansiados por el ser humano en su anhelo cada vez mayor de ser cada vez más perfecto. ¿Qué seremos entonces, superhumanos, suprahumanos, infrahumanos... inhumanos? Desde el exotismo macrofísico, que pretendía conquistar planetas y galaxias del cosmos al endotismo microfísico que pretende penetrar en el espacio íntimo de nuestros cuerpos para colonizarlos (y los experimentos, no por aislados dejan de tener una densidad alarmante), la tecnociencia empieza ya a ofrecer menús turbadores: ya no se trata de su uso medicinal. El uso medicinal empieza a ser una excusa para una actualización permanente: la presión por dejar de ser lo que somos (¿y qué somos, realmente?), para mejorarnos (¿y en qué consiste mejorar, si nos paramos a meditar un simple segundo?), es cada vez mayor. Hay que mejorar la apariencia física, la apariencia psíquica, la apariencia. El ser humano está en plena mutación: de homo sapiens a homo fictum. Las gallinas de Cortázar deben de estar frotándose las uñas y cacareando en algún idioma que ya desconocemos.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Autoayuda

Proliferan los libros de autoayuda como las moscas en verano. Ya no, claro, como las setas en otoño, que hay cosas que cambian. Yo me autoayudo, tú te autoayudas... Tanta repetición, aparte de gramaticalmente incorrecta, resulta socialmente nauseabunda. ¿Realmente nos quieren (¿quién nos quiere?) más felices? ¿No será que nos prefieren eficientes, consumidores, dóciles y contribuyentes? La cuestión es no pensar, no pensar. O pensar "correctamente" (?), "sanamente". Parece que existe una cierta obligación de "ser feliz" que ahoga (vamos a personalizarla) a la mismísima felicidad. Quizá todo sea más fácil. Quizá todo pase por asumir, no la resignación, sino lo que llega. En nuestra era tecnológica se priman los resultados rápidos, tangibles y mensurables. Consumibles. Yo consumo, tú consumes... Yo me consumo, tú te consumes... La gestión de la salud es cada vez más privada. No me refiero ya a toda la selva de mutuas de seguros, primas y demás anclajes, sino a lo que constituye nuestro único y verdadero capital: la salud. Porque el tiempo hace tiempo que ya no es nuestro. El ritmo de vida sigue una constante de cambios que nos exigen re-programarnos, re-ciclarnos, flexibilizarnos, a veces contorsionarnos, para ser eficaces. Aunque la eficacia no siempre coincide con la felicidad. Quizá bastaría con salir de las filas. Quizá no necesitemos, en verdad, ayuda. Quizás un punto de resiliencia, quizás un cambio de punto de vista, quizás un punto de locura. Quizá nada. Como diría Andrew Grove (ejecutivo de la compañía Intel): "En el mundo actual, sólo los paranoicos sobreviven".

viernes, 26 de octubre de 2007

Estado estupefacto

Los compases del mercado nos alegran la vida, titánicos y tiránicos (titá-tirá), con anuncios engañosos para hacérnosla más fácil. Ya cuelgan adornos de Navidad en algún lugar. Ya se abren los bolsillos parpadeando ante los gastos posibles. Quizá ser es gastar. Quizá ser es desear. Quizá ser es, curiosamente, no ser. Ya descubrió Pico della Mirandola, allá por 1486, que es propio del ser humano el hecho de ser indefinido y moldeable. Somos una forma fluida y siempre abierta a las digresiones de la historia. Quizá no debería afirmar esto. Quizá debería limitarme a preguntar. Frente al mundo que nos crea y nos etiqueta (y nos vende al mejor postor), ¿por qué no inventar nuevas formas de ser en el mundo? Y, ya puestos, ¿por qué no inventarnos nuevos mundos para habitar? Porque, como dijo alguien (hola, Nietzsche), estamos cansados del hombre (léase que de la mujer que se fosiliza a base de modas cambiantes también). Porque formar parte de la única especie no fijada es una cualidad valiosa y específica de esto que nadie sabe qué es pero que todos somos: ser humano.

jueves, 18 de octubre de 2007

Estado transgénico

Ni carne ni hueso, ni cerebro ni corazón, ni palabra ni letra. Ni frase. Ni cuerpo. Un espacio a través del que resuenan vidas de otros. Quizá la mía. Que ya no es mía, puesto que es de ellos: personajes que me asaltan y dominan, que no me sueltan, situaciones vividas en un mundo o en el mundo. Ya no persona, ya no máscara. Mezcla o intercambio de sustancias: del papel a la sangre, de la sangre a la carne. De la carne a la historia. A la simulación de sentimientos. Verdaderos, puesto que se re-crean. Animal literario. Estado transgénico.

domingo, 14 de octubre de 2007

Parpadea

"Parpadea y te lo habrás perdido", me dicen muchas voces a mi alrededor: modas fulgurantes, imágenes televisivas, impactos de información continuada que me amenazan con dejarme fuera del mundo de fuera. Parpadeo: busco este instante de silencio.

sábado, 13 de octubre de 2007

Yo líquido

Me chapuzo, somormujo entre algas y raíces. Allá arriba está el sol. Aquí abajo el abismo, siempre pendiente de que me deje caer. Pero, tremendamente anfibia, respiro, escribo. Vivo.

viernes, 12 de octubre de 2007

Azar o causalidad

Bueno, aquí estoy. Se supone que todo el mundo quiere tener un blog, pero yo no. Este ha nacido solito, casi sin que yo lo quiera. No sé qué va a ser de él. Es como un bebé, indefenso, con ganas de crecer. Intentaré alimentarlo como a los hijos no deseados a los que al final se quiere: sin intenciones de futuro, sin ahora, sin entonces. Sólo con ayer. Un ayer resbaladizo que entra a las bravas en mi vida. Y en la tuya, si es que vas a seguir leyendo.