A veces la gente se regala buenos deseos
mientras llora por dentro.
A veces las olas de llanto inundan los mundos aquí y allá,
los días se pliegan a las preguntas
más sencillas como qué vamos a comer y a qué hora cierran las puertas al desaliento.
Ahora en la tierra hay colas inmensas de muertos esperando un recuerdo
hay seres escuchando el rugido de sus estómagos y de sus almas.
Hay desaliento en velas de días que van a la deriva.
Antes, el viaje era de unos pocos:
una niña odiaba la Navidad de los otros porque su casa olía a alcohol y ceniza
alguien rompía platos o mandíbulas
alguien temblaba de miedo y frío
y esperaba su turno en la cola del hambre para recibir las sobras de los que reían a las luces del champán y las chispas del dinero bien doblado en servilletas de color rojo.
Antes, el mundo era de otros. Tú solo esperabas poder contemplar el espectáculo de la felicidad compartida bajo sonrisas de dientes.
Tú solo esperabas no morirte de frío en la niebla.
Solo esperabas ese viaje al País de la Navidad.
Las navidades siempre fueron ese queso raro que se te pegaba en el alma mientras intentabas arrancarte las heridas con las uñas.
Hoy el mundo se estremece y viaja en el mismo barco. Se te hace difícil pedir esperanza, desear a los demás que sean felices cuando
hay millones de muertos en el mundo que esperan un recuerdo
hay millones de enfermos al límite de sus fuerzas
millones de refugiados
exiliados
apartados por el mundo de lucecitas que ríe y se queja
ancianos que no llegaron a ver la sonrisa de sus nietos
hijos que añoran a sus padres
padres que añoran a sus hijos
vacíos que emulan a otros vacíos.
No puedo, realmente, desearos una Feliz Navidad al uso a la entrada del abismo compartido o en mitad de sus pasillos, de sus túneles.
No puedo pediros que seáis felices con la violenta exigencia de las sonrisas obligadas,
de la grieta que abre la mesa decorada para invitados que ya no están o que no estarán.
No puedo pediros nada. Tampoco criticar.
Solo puedo daros la mano de letras en este viaje hacia delante y esperar que tengáis
que tengamos
una Feliz Ida hacia delante, hacia los días en que las olas que inundan la Tierra sean un poco menos altas
un poco menos amargas
para todos.
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