Abro los ojos o quizá los cierro. Da igual. No hay párpados-cortinas que me impidan ver más claro. Es posible que sea necesario tamizar la luz, tan cegadora puede ser a veces. De día o de noche, construyo. Mampostería de ideas que se unen de manera perfecta a pesar de sus formas irregulares, cañas flexibles como sentimientos capaces de resistir los embates del mal tiempo y la incredulidad de la bonanza, maderas, hojas, tierra... agua. Los materiales que me construyen son simples. Basta con desearlos. Los materiales que me construyen son tan certeros, tan ciertos, que son radicalmente indefinibles. Son ya la pura base, el puro axioma, y a la vez... densos. Son el presente del presente. El no creer que la felicidad vendrá. El no esperar otra cosa que acostumbrarse a ser. A volver a ser. Y, a la vez, la inmensa alegría de que ser no se deje definir tan fácilmente.
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