miércoles, 29 de junio de 2016

Poema rabioso

A veces las dudas saltan a los ojos
y ves que otros muerden las córneas de aquellos que trabajan por la luz
de las puestas de sol
de los atardeceres
de las hebras finas de la felicidad que se teje día a día
en el rincón de las horas.

A veces abres los ojos y dudas
de que eso de ahí delante sea todo lo humano que debería,
más allá del canibalismo de las horas perdidas.

Dicen que somos una especie ideal para conquistar la tierra,
dicen que tenemos alma,
aunque me temo que a veces solo tenemos un arma
cargada de hastío.

Amanecerán las hormigas en el cristalino de tus horas
cuando, por sentirte mejor, devores al otro.
Anochecerán los rayos de luz que robaste a la mirada inocente que busca el bien
por el bien,
aquel que dices que se regala, pero que tan caro se vende.

Es posible que llores.
Es posible que temas que otros vengan y te devanen los sesos en la madeja de los días.

Este es un poema rabioso.
Muerde.
Ataca directo a la yugular de los que enarbolan la sonrisa de circunstancias
de los que se sienten poderosos
de los que aprovechan el público condescendiente
para hacer que nazcan raíces amargas en las esquinas de los ojos claros.
Es el funeral en el que se ahoga la mejor de tus versiones,
a la espera de que la vida, con sus recovecos, haga su mejor labor
y nos lleve lejos de nosotros mismos,
a esa oscura región
en donde los ángeles duermen.

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