domingo, 4 de noviembre de 2007

Autoayuda

Proliferan los libros de autoayuda como las moscas en verano. Ya no, claro, como las setas en otoño, que hay cosas que cambian. Yo me autoayudo, tú te autoayudas... Tanta repetición, aparte de gramaticalmente incorrecta, resulta socialmente nauseabunda. ¿Realmente nos quieren (¿quién nos quiere?) más felices? ¿No será que nos prefieren eficientes, consumidores, dóciles y contribuyentes? La cuestión es no pensar, no pensar. O pensar "correctamente" (?), "sanamente". Parece que existe una cierta obligación de "ser feliz" que ahoga (vamos a personalizarla) a la mismísima felicidad. Quizá todo sea más fácil. Quizá todo pase por asumir, no la resignación, sino lo que llega. En nuestra era tecnológica se priman los resultados rápidos, tangibles y mensurables. Consumibles. Yo consumo, tú consumes... Yo me consumo, tú te consumes... La gestión de la salud es cada vez más privada. No me refiero ya a toda la selva de mutuas de seguros, primas y demás anclajes, sino a lo que constituye nuestro único y verdadero capital: la salud. Porque el tiempo hace tiempo que ya no es nuestro. El ritmo de vida sigue una constante de cambios que nos exigen re-programarnos, re-ciclarnos, flexibilizarnos, a veces contorsionarnos, para ser eficaces. Aunque la eficacia no siempre coincide con la felicidad. Quizá bastaría con salir de las filas. Quizá no necesitemos, en verdad, ayuda. Quizás un punto de resiliencia, quizás un cambio de punto de vista, quizás un punto de locura. Quizá nada. Como diría Andrew Grove (ejecutivo de la compañía Intel): "En el mundo actual, sólo los paranoicos sobreviven".

1 comentario:

Lorraine C. Ladish dijo...

Pues atenta al mercado de la autoayuda porque viene pronto otro libro de autoayuda, que voy a escribir en coautoría con un escritor catalán, por cierto, y que va a arrasar.
:D