El amor es algo tibio y palpitante,
algo pequeño y redondo
a lo que te abrazas
como si no hubiera mañana.
Y lo cierto es que no lo hay.
Solo, si acaso, ese pequeño instante
en lo que nada importa,
salvo
aquello que puedes abarcar
con tus brazos y tu aliento.
El amor sabe a sal
y a dulzura en penumbra,
a hiel de los días,
pero siempre vuelve
y arquea el lomo,
se hace suave y mullido,
te calienta el alma
azotada a la intemperie
del viento y las miradas
suficientes,
porque lo cierto es que,
como un pequeño grano de arena,
el amor mira tu desierto y te abraza.
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