jueves, 9 de julio de 2009

Laboratorio

Ante la poesía muerta
-¿qué es poesía?, preguntas, todos preguntamos-
prefiero la que se hace y renace
la que se (de)construye con materiales de derribo tales como
la desesperación y su hermana la esperanza la
sonrisa tremenda de un niño que llama a la puerta con la ilusión de los momentos inaugurales
la basura de la que podemos extraer
reciclar (esa palabra tan gastada que pretende re-anudar el mismo ciclo cuando lo bonitogenialespasmódicamente humano sería un neociclar)
ropas antiguas y baratas
cajas
de cartón que antes
albergaban bombones, por ejemplo.
Y otras tantas cosas-células expandibles de nuevos contenedores que serán felices como nosotros y acabarán pipeteados por cualquier supuesto creador y
en fin
no quisiera hablar demasiado
-siempre hablo demasiado, lo sé, es un vicio congénito-
pero

Prefiero la gestación de la poesía a la gestión de la peosía o algo parecido que se contiene a duras penas en versos y es tan
mortecino el gesto del ícaro pequeñito que se despeña desde los honores de quizás premios
quizás mujeres
u hombres que le dicen
québonitoohquébonito
y entonces se inauguran actos expresamente pensados para la especie de los canaperos, esos
individuos inteligentes de nuestra raza que comen de manera gratuita apiñándose ante mesas largas y rectangulares mientras
en un ángulo del salón
bostezaduerme la lira o el arpa o quien sea que esté hablando de sí mismo
-a veces con gesto ilusionado, de niño que llama, etcétera,
a veces con los ojos convertidos en huecos porque se piensa
que siempre hay algo mejor que escribir o artear
como vivir la vida hartera o artera
o algo que seguro desconozco-
y es por eso que prefiero romperme la bata blanca de las preguntas con el ácido de las palabras.

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