domingo, 26 de noviembre de 2017

Tiempo

A veces
se me pierden los días
en una bocanada de humo distraído
y eres tú,
esa que te mira estupefacta porque aún estás viva
-cuando todo el mundo sabe lo difícil que es eso-,
esa que sabe que mañana es una frontera extraña que siempre huye hacia el horizonte.

Estás aquí. Ahora.
Otros vuelan en pos de sus sueños y tú
apenas sirves para aferrarte a sus filos imposibles,
pero sonríes porque, en el fondo,
no puedes ser nadie más que tú misma:
esa que pierde el tiempo
en recovecos de días transmitidos en redes,
en telarañas de historias
que te atrapan,
pero es tan hermoso ver la vida en los ojos de los otros
sabiendo que todos vivimos en el mismo cielo
de inmensas preguntas
-esas enormes preguntas que nunca te llevan a ninguna parte, salvo a ti misma,
en este instante en el que intentas sentirte
radical 
y viva-.

Y es por eso que
aquí
ahora
estás escribiendo esto:
porque no conoces mejor manera de aprovechar el tiempo
que perderlo
en una hilera de palabras
como esta que,
por un momento,
han salvado tu mundo
de caer en el olvido
brumoso de quien se quiere bien,
se quiere eterna
se quiere
grano de arena en el desierto de los días,
ojos que beben negruras de quicios de horas
en las que
quizás
a veces
creen que no hay horizonte
ni mañana
ni ahoras;
aquellas horas que huyen detrás del tormento de los relojes angustiados
con el resquemor de la culpa impuesta por otros que comercian con tu mente
que lucha con los barrotes de los minutos perdidos en el desván de los sueños escondidos
porque,
como ya sabemos,
el tiempo es eso que pasa
cuando perdemos el tiempo.


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