lunes, 27 de marzo de 2017

Tu máscara

Contraes los labios y esbozas
la sonrisa de los días cansados.
Llegas tarde a algún sitio. Siempre.
Resulta que por el camino
alguien te hizo daño
tú hiciste daño.

Somos las muecas perdidas de todas las vidas en vano
de los corazones rotos
de las creencias
y las dudas
de las esperanzas hundidas
en la arcilla
de los días que siempre se parecen demasiado.

La vida es un Gran Teatro, dicen,
pero todos pagamos por ella
el precio de los pasos confundidos
el dolor de pies cansados
la mirada que sabe que detrás de la mano va el puñal
o la indiferencia.

Tras los huecos de los ojos asoman las verdades
las bárbaras y tontas verdades
con las que llenamos nuestros días
diciendo que mañana será otro día
que este no ha sido en vano
cuando, en verdad,
somos aquel payaso que lucha contra la fuerza de la gravedad:
esa que nos arrastra por las esquinas de la duda
por las esquirlas de los deseos perdidos
en el callejón de cualquier escenario.

No tenemos luz cenital.
Si acaso, vamos desorientados tras la linterna
de aquel a quien creemos que nos salva
de nosotros mismos.
Y aprendemos a actuar.
Cada día. Cada vida.
Solo para olvidar
que si subes a escena ya no bajas igual
y que,
si te bajas, nunca te aplauden lo suficiente
ni te ven
ni te abuchean.
Eres solo ese pellejo que espera ser alguien cuando atraviese la puerta
del teatro
al acabar la función.
Eres tu máscara.
Esa que, de tanto fingir, se te ha pegado a la piel
y ahora lucha por darte
ese toque de verdad
que de mentira buscamos
cuando empieza la función.

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