miércoles, 2 de septiembre de 2015

Aplazar el dolor

Hoy no tengo tiempo para sufrir.
Se supone que soy un ser humano y que todo me duele
Se supone que el mundo siempre va mal,
que siempre hay gentes que sufren:
yo sufro irremediablemente con ellas.

Me he dado cuenta de que los años me convierten en una membrana,
en algo que vibra con otros seres.
No es solo el "te entiendo" y el "te acompaño en el sentimiento".
Hoy soy tu dolor
hoy soy tu yo anegado en silencio
en manos que aferran la boca apresta al grito
en deseos de no molestar y de pedir perdón.
Hoy soy tú.
Tú, que ahora estás en el agujero abisal de tus penas
en el abismo de tus causas y consecuencias
en el tensarse de la cuerda del corazón que a veces pide parar
o explotar.

Pero, ¿sabes? Hoy no hay lugar para el sufrimiento
en vacío.
Hoy hay que pensar que todo dolor es un camino y no debe
vivirse de golpe.
Tampoco beberse de golpe.
No apures de un trago el cáliz del dolor:
hay mucha vida para hacerlo.
Hace tiempo aprendí que no se es feliz para siempre.
Tampoco desdichado.
Tampoco eficiente.
Hoy date un respiro. Inspira.
Date permiso para vivir:
parece mentira hasta qué punto la vida es una licencia para matar
lentamente
o con mente abrupta.
Escala o llora, pero no quieras vivirlo todo de golpe.
El mundo no se hizo en dos días.
El dolor tampoco.

Estas son palabras llanas. Sin brumas ni metáforas. Sin intención de estar al nivel.
Porque se trata de sobrevivir
sobrenadar
sobrerreír
más allá de las bocas interrogantes
de los ceños fruncidos
del rictus de cólera
del miedo
a qué pensarán
o qué nos dirán
o qué imagen reflejaremos en los ojos de otros que,
seamos sinceros,
también tienen prisa por beberse el dolor de un trago
como si eso fuera lo mismo
que tirar la basura para siempre.

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