miércoles, 30 de octubre de 2013

Camino de los cipreses

Lucía un cielo inmenso en esa parte del Mundo
Paseabas tu alma entre hojas compungidas,
eras tú, y a la vez, eras esa otra empeñada en perseguir instantes
con la asfixia propia de las vidas finales.

Hoy la recuerdas con cariño.
A esa tú, a esa otra,
a la que murió para que tú nacieras al instante presente.

No somos sino páramos aislados en océanos de instantes
No somos sino suspiros elevados al dios de los silencios
No somos más que algo elevado a la enésima potencia de un verso
que serpentea y busca consumir
-en páginas, en vidas-
Entes perdidos en oleadas de infinito
mientras nos vamos preguntando
cuánto va a durar el camino
y si estaremos preparados para llegar.

En un día como hoy vivo con todos los muertos,
en la confluencia de mundos,
en la confusión de las horas y la confesión de los miedos.
Me acuno en la calma de las palabras
Me abraso en esta era barroca de la sustitución,
acuciada por las armas de la horda hambrienta
de seres y esperanzas.

Paseo mi alma como quien pasea a un perro fiel,
y le voy explicando que el tiempo está húmedo hoy,
que el frío no siempre es siniestro,
que la tierra está hecha para los pies cansados,
que no hay que temer la liturgia
de las horas finales.

2 comentarios:

Dylan Forrester dijo...

Certeros versos.
Nos leemos.

Saludos.

Rosario Curiel dijo...

Gracias, Jorge.

Sí, nos leemos.

Saludos cordiales.