lunes, 29 de abril de 2013

Felicidad: facilidad

Atada a los días y a los instantes
helicoidales que me llegan para recordarme que estoy viva,
pregunto y busco
y encuentro más y más preguntas.
No es un vano retorno. No es un fruto perfecto. Es la herramienta en mano,
el ir aportillando el instante duro que se niega a revelar sus misterios,
el abrir paso por la grieta suave de las presencias,
el ir, pero no el venir,
nunca el venir,
porque el barco de las letras que dibujan mundos tiene un cruel horizonte,
cruel, sí, pero esperado:
si lo persigues se escapa
si no lo huyes te atrapa en el aire y te recuerda
que eres humano que pregunta,
fingidor y creador de mundos, mono lingüístico al fin,
mamífero social que se extiende en nubes de líneas y libros y escaleras de mármol que no alcanzan nunca a ser lo suficientemente frías ni duras ni mortuorias.
He aquí el frío, pero lo escribo de lejos
He aquí el norte, pero lo miro de lejos
He aquí yo,
pero el yo-lanza disparada al abismo suave de las últimas palabras, las que se dicen en el borde de la línea de la última página,
en el límite,
en la frontera de lo que somos y ya no somos,
en el albur de lo que seremos,
porque nosotros, al fin, somos seres de palabras que se sienten a gusto en su trono de páginas,
en la escalera infinita de la Gran Biblioteca,
los que en medio de la guerra de los días somos capaces de segar la muerte con un batallón de verbos.

4 comentarios:

Eduardo dijo...

Me encanta. Qué sensación de dejarse llevar.

Rosario Curiel dijo...

Gracias, Eduardo.

Eugenio Asensio Solaz dijo...

Te felicito por tus versos y me felicito por haberte conocido. No es preciso que digamos nada más, todo queda claro.
Un abrazo

Eugenio Asensio

Rosario Curiel dijo...

Gracias, Eugenio, por tus amables y emotivas palabras. Otro abrazo.