sábado, 31 de enero de 2009

Nebulosa de la Lechuza



Y en la travesía se extendió la noche que todo lo cubre, y las manos se aferraron al timón tembloroso. Las palabras no bastaban para llegar a ninguna orilla.

El mar era azar y escoceduras
Los vientos preguntaban por Odiseo y las sirenas

Las manos supieron
que el viaje no era su tesoro
y tampoco el dolor de los poemas
escritos por antiguos
o ambiguos
humanos.

Era el tiempo de lo indiferenciado. En el cielo exterior aullaba la Osa Mayor. A unos dos mil años luz de distancia, se dispersaba una envoltura gaseosa expulsada por una estrella moribunda: la Nebulosa de la Lechuza.
Diluviaba.
En la oscuridad líquida, las manos se abrieron para recoger los fragmentos.


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