miércoles, 12 de noviembre de 2008

Si cierro los ojos...

... el mundo se convierte en sueño y el sueño se convierte en mundo. Es algo que, en alfombra de hojas, flores y cristales (cortantes, pero tan y tan hermosos), me recuerdan los pájaros Tictac (uno de los cuales, Propercio, aún busca el curso cambiado de un río que siempre fluye). Posados en las ramas de algunos árboles que por casualidad por aquí pasaban, otean el mar preguntándose si vuelven los pájaros de ojos nocturnos, si las naves tuercen su rumbo, si las playas, las brisas, el mar, la hermosa sonrisa brillante de un delfín, van a cantar de nuevo la primavera. No quiero engañarles. Sé que se anuncia de nuevo diciembre. Pero cómo no decirles que hasta la futura nieve que va a cubrir mi cuerpo como un vestido blanco me acaricia, que las campanillas que todo el mundo esconde en su corazón bajo capas freáticas que circulan por los intersticios de nuestro cuerpo-tierra,
las campanillas, les digo a los pájaros que cantan tictac aquejados a veces de una espesa endecasilabitis,
van a despertar inevitablemente a los árboles y el bosque echará raíces y nacerá de nuevo y se van a quedar sus
ramas sus hojas sus flores sus tiempos y
van a bailar en círculos a mi alrededor van a levantarme y
abriré los ojos y por fin
veré veremos
todos
el sentido del sinsentido.
(Porque en el Nuevo Mundo, que nace a pesar de la extraña obligación de ser feliz que me deja atónita, no hay más que celebrar la enormidad del ir viviendo
día a día.)

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