jueves, 2 de octubre de 2008

Sombra, luz, espalda...

El tic-tac del pájaro-metrónomo que da cuerda al mundo se desliza por mi espalda, es una mano en la sombra la que se alarga desde los árboles, noto el tamborileo de los dedos rítmicos a lo largo de mi espina dorsal (ya cordillera, ya alturas de deseos, ya vuelos), el paseo subiendo-bajando de la ligerísima presión de la brisa entre las ramas-hojas que se alargan y se alargan y apresan de repente mis cabellos destrenzados, desanudados, y una vibración-terremoto en el Nuevo Mundo se traduce en mi cerebro por el nacimiento de brotes y brotes, de brotes verdes, de mi piel hasta mi espalda, y levanto los ojos y una sombra se revierte en penumbra suave, nubes de rosas, atravesando el gris peregrino del cielo, que corre a ruborizarse porque es de día, y la luz recorre ya mi espalda y soy de nuevo paisaje, paisaje en marcha, al compás del pálpito que dibuja el camino que se tiende al impulso de mis pisadas.

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