miércoles, 8 de octubre de 2008

Blanco

A veces, el Nuevo mundo se reinventa. Paso a paso. Es algo que voy aprendiendo. Paso a paso. No existe la noción de día. No existe la noción de noche. Ahora todo en claro. Después de la batalla, el enemigo se retira un momento, no sin propinarme un último zarpazo, no sin rasguñarme, como el animal invisible herido que es. Por un momento, blanco. Instante blanco. Cierro los ojos. Los abro. Sí, sigo aquí. A mi alrededor un nuevo camino, círculos, cuadrados, rectángulos, empieza a dibujarse. Parte de mí. De mis pies. Primero una sonrisa que borra la tierra. Luego, la misma tierra sonríe. Mundo ahora al revés: la hierba arriba, las nubes abajo. Piso levemente el algodón de mis sueños, y es así cómo se traza el Nuevo Camino en este Nuevo Mundo. Toda yo de blanco ahora, con las heridas recientes corriendo a transformarse en cicatrices. Abro los ojos. Los cierro. La hierba vuelve a mis pies, el bosque permanece. No hay que hacerse ilusiones. Las zarzas siguen creciendo, y sirven de escondite a mi yo agazapado que se lame las grietas abiertas por mis armas. No hay que alarmarse. Es sólo que el tiempo (el Nuevo Tiempo) me da una breve tregua, que mis ojos juegan a capturar el horizonte, que vivo en blanco.

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