domingo, 21 de septiembre de 2008

El límite

El interludio cesa, y me doy cuenta de que estoy justo entre un lugar y otro de este Nuevo Mundo, a punto de seguir mi trayectoria a fuerza de cambiarla, puro cruce de caminos, puro romperse el horizonte. El horizonte siempre está más allá de mí, era algo que sabía y no sabía de mundos anteriores, y por eso, ahora, decido que el horizonte está en mí y en todo lo que me rodea. Porque si antes mi espacio se agostaba, era angosto, era angustia, era asma, ahora es alma, apertura, melodía que vuela por encima de mí misma, a través de mí misma. Recibo el soplo perfumado del bosque cercano, descubro por primera vez los contornos de mi piel, desbordada a través de la armadura. Son las nuevas armas: la alegría, el placer, la andadura de los días. Toda yo límite que se expande conmigo y a pesar de mí, toda yo escalofrío del descubrimiento, zonas extremas, limítrofes con lo Otro, extranjeras pero aún propias. La atracción del yo que no soy yo es intensa, impredecible su llamada. Desde el límite no se percibe el límite.

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