lunes, 11 de agosto de 2008

El cielo no deja de sorprenderme

Lluvia o viento, cielos grises y nublados, radiantes, sol... de medianoche. Es verdad que (hola, Cioran) la lucidez es una vacuna contra la vida, pero a veces la lucidez lleva a ver la luz en plena oscuridad, mientras los ángeles duermen y los seres humanos nos devanamos los sesos encontrando un sentido a este maravilloso absurdo regalo que es la vida. No es una ñoñería pensar, sentir, pensentir, senpensar que demasiado a menudo no vemos cuando el sol nos ciega y creemos entonces, mácula de prodigios, que es de noche. Pero el cielo no deja de sorprenderme y me regala días finlandeses (mis saludos, señor Atxaga, mis saludos, amigos, amigas), y entonces...
son claros los días corrientes
los pequeños momentos se tiñen de eternidad
y
tengo ganas de regalar instantes vacíos
para que, reconcentrados por un momento en el no pasar del tiempo porque apenas nos preocupa algo más allá de nuestras propias respiraciones,

vivamos más intensamente.

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