miércoles, 20 de febrero de 2008

Cuerdas

Vivaldi se aferra a mis oídos, los penetra ampliamente, invade mi interior, me arranca todo vestigio de duda. Allegro. Los violines descerrajan una tormenta de presente. Sin embargo... cuando las cuerdas tejen mi espacio, no quiero ir más allá. Dejo que se crucen y se anuden. No quiero ir más adentro: me atenazan las sombras que aún juegan al escondite en mis mundos posibles. Por eso, mientras el concierto deriva hacia el último allegro, hacia el fin, las cuerdas se retuercen y azotan la alegría que se me escurre feliz, hacia las simas del abismo que soy y la sacan, ¡hop!, a flote, para darme el alimento necesario para la supervivencia.

No hay comentarios: