martes, 25 de diciembre de 2007

Síndromes y sobredosis

A veces los sueños se convierten en realidad. Una vez alguien soñó que todos estaríamos conectados gracias a los accesos a las autopistas (¿virtuales?) por las que ahora deambulamos. Alguien soñó que todos dispondríamos de información. "La información os hará libres", pensó. Probablemente. No contó con el síndrome de la sobredosis de conexión: seres humanos atados a seres (¿seres?) inhumanos creados por ellos mismos (ordenadores, móviles, etiquetas RFID...) que los acusan continuamente de ser obsoletos. Todo pasa, y para ayudar a deglutir el fragmento de realidad (¿realidad?) que ya decae, todo se fragmenta y se facilita. Estamos en todas partes, pero no somos dioses. Somos los juguetes de nuestros propios juegos, y por eso, en un día como éste (Navidad, regalos, caminar errante entre mesas y deseos que apenas tienen tiempo de ser formulados), sentimos como nunca que estamos conectados, pero no ligados al mundo de las cosas en el que vivimos con los que, como nosotros, dan tumbos atónitos entre el desfile de días, luces y ansias de años mejores.

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